4.2.15

 

CHAMANISMO HUICHOL (WIRRARIKA)



El enlace directo en YouTube es este: https://www.youtube.com/watch?v=dNk8nK3hTaM

 

ELIADE - EL TAMBOR CHAMANICO

El tambor chamánico, Mircea Eliade

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El tambor asume un papel de primer orden en las ceremonias chamánicas. Su simbolismo es complejo; múltiples sus funciones mágicas. Es indispensable para el desarrollo de la sesión, ya conduzca al chamán al “Centro del Mundo”, ya le consienta volar por los aires, ya convoque y “aprisione” a los espíritus, o ya, por último, que el tamborileo permita al chamán concentrarse y volver a establecer un contacto con el mundo espiritual que se dispone a recorrer.
Se recuerda que muchos sueños iniciáticos de los futuros chamanes llevan aparejado un viaje místico al “Centro del Mundo”, a la residencia del Árbol Cósmico y del Señor Universal. Con una de las ramas de este Árbol, que el Señor deja caer para ello, el chamán fabrica la caja de su tambor. La significación de este simbolismo nos parece que surge con bastante claridad del conjunto del cual es parte: la comunicación entre el Cielo y la Tierra por medio del Árbol del Mundo, esto es, por el Eje que se halla
en “Centro del Mundo”. Por el hecho de que la caja de su tambor está sacada de la propia madera del Árbol Cósmico, el chamán, al tañerlo, es proyectado mágicamente cerca de ese Árbol: es proyectado al “Centro del Mundo”, y, por el mismo impulso, puede ascender a los Cielos.
Desde este punto de vista, el tambor puede ser identificado con el árbol chamánico de múltiples peldaños por el cual el chamán sube simbólicamente al Cielo. Trepando por el álamo, el chamán se aproxima al Árbol del Mundo y después sube efectivamente a él. Los chamanes siberianos tienen también sus árboles personales que no son sino representantes del Árbol Cósmico; algunos utilizan asimismo “árboles invertidos”, esto es, clavados por sus raíces en el aire, y que, como se sabe, son uno de los símbolos más arcaicos del Árbol del Mundo.
Todo este conjunto, unido a las relaciones ya notadas entre el chamán y los álamos de las ceremonias, muestra la solidaridad entre el Árbol Cósmico, el tambor chamánico y la ascensión celeste.
La misma elección de la madera con la que se hará la caja del
tambor depende únicamente de los “espíritus” o de una voluntad trans-humana. El chamán ostiaco-samoyedo coge su hacha y, cerrando los ojos, entra en un bosque y toca un árbol a la ventura; de éste sacarán sus compañeros la madera para la caja, al siguiente día.
…También se procede a la “animación del tambor” rociando su caja con alcohol. Entre los Yakutes se recomienda escoger un árbol herido por el rayo. Todas estas costumbres y precauciones rituales muestran claramente que el árbol concreto ha sido transfigurado por la revelación sobrehumana y que en realidad ha dejado de ser un árbol profano y simboliza al propio Árbol del Mundo.
La ceremonia de “animación del tambor” es sumamente interesante. Cuando el chamán altaico lo rocía con cerveza, el aro se “anima” y, por conducto del chamán, cuenta cómo el árbol del cual formaba parte creció en el bosque, cómo fue talado, traído al pueblo, etc. Después el chamán rocía la piel del tambor y ésta “animándose”, cuenta también su pasado. Por medio de la voz del chamán, el animal habla de su nacimiento, de sus padres, de su infancia y de toda su vida hasta que el cazador lo mató. Termina asegurándole al chamán que le prestara muchos servicios.
…Todas las imágenes de los tambores están dominadas por el simbolismo del viaje extático, esto es, por los viajes que suponen una ruptura de nivel y, por tanto, un “Centro del Mundo”. El redoble inicial de la sesión, destinado a evocar los espíritus “encerrarlos” en el tambor del chaman, constituye el momento preliminar del viaje extático. Por este motivo se dice que el tambor es el “caballo del chamán”. …La idea del viaje extático se encuentra también el nombre que dan a su tambor los chamanes de los Yurak de la tundra: arco o arco cantante. Según Lehtisalo y Harva, el tambor chamánico servía originariamente para echar a los malos espíritus, cosa que se podía hacer también valiéndose de un arco. Es totalmente exacto que el tambor se utiliza a veces para expulsar los malos espíritus, pero en semejantes casos su empleo particular se ha olvidado y se acude a la “magia del ruido” con la que se expulsa a los demonios. Tales ejemplos de modificación de función son bastante frecuentes en la historia de las religiones. Pero no creemos que la función originaria del tambor haya sido la de expulsar espíritus. El tambor chamánico se distingue precisamente de los demás instrumentos de la “magia del ruido”, porque hace posible una experiencia extática. Que ésta, en sus orígenes, fueron preparada por el encanto de los sonidos del tambor, encanto que era valorado como “voz de los espíritus”, o que se haya llegado a una experiencia extática después de la extrema concentración suscitada por un redoble prolongado, es un problema que no afrontamos de momento. Pero hay un hecho cierto; es la magia musical la que ha decidido la función chamánica del tambor, y no la antidemoníaca magia del ruido. (*)
(*) Fuente: Mircea Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, Ed. Fondo de Cultura Económica, México.
http://armonicosdeconciencia.blogspot.com

 

RIMBAUD - CARTAS DEL VIDENTE

Cartas del vidente
Por Arthur Rimbaud
Versión: Ramón Buenaventura
PRIMERA CARTA: 
De Arthur Rimbaud a Georges Izambard
Charleville, [13] mayo 1871

Estimado señor: 

Ya está usted otra vez de profesor. Nos debemos a la sociedad, me tiene usted dicho: forma usted parte del cuerpo docente: anda por el buen carril. — También yo me aplico este principio: hago, con todo cinismo, que me mantengan; estoy desenterrando antiguos imbéciles del colegio: les suelto todo lo bobo, sucio, malo, de palabra o de obra, que soy capaz de inventarme: me pagan en cervezas y en vinos. Stat mater dolorosa, dum pendet filius, — Me debo a la Sociedad, eso es cierto; — y soy yo quien tiene razón. Usted también la tiene, hoy por hoy. En el fondo, usted no ve más que poesía subjetiva en este principio suyo: su obstinación en reincorporarse al establo universitario —¡perdón!— así lo demuestra. Pero no por ella dejará de terminar como uno de esos satisfechos que no han hecho nada, porque nada quisieron hacer. Eso sin tener en cuenta que su poesía subjetiva siempre será horriblemente sosa. Un día, así lo espero, — y otros muchos esperan lo mismo —, veré en ese principio suyo la poesía objetiva: ¡la veré más sinceramente de lo que usted sería capaz! Seré un trabajador: tal es la idea que me frena, cuando las cóleras locas me empujan hacia la batalla de París —¡donde, no obstante, tantos trabajadores siguen muriendo mientras yo le escribo a usted! Trabajar ahora, eso nunca jamás; estoy en huelga. Por el momento, lo que hago es encanallarme todo lo posible. ¿Por qué? Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas si yo sabré expresárselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. Los padecimientos son enormes, pero hay que ser fuerte, que haber nacido poeta, y yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa mía. Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir me piensan. — Perdón por el juego de palabras. 

YO es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que ignoran por completo! 

Usted para mí no es Docente. Le regalo esto: ¿puede calificarse de sátira, como usted diría? ¿Puede calificarse de poesía? 

Es fantasía, siempre. — Pero, se lo suplico, no subraye ni con lápiz, ni demasiado con el pensamiento. 

El corazón atormentado 
Mi triste corazón babea en la popa, 
Mi corazón está lleno de tabaco de hebra: 
Ellos le arrojan chorros de sopa, 
Mi triste corazón babea en la popa: 
Ante las chirigotas de la tropa 
Que suelta una risotada general, 
Mi triste corazón babea en la popa, 
¡Mi corazón está lleno de tabaco de hierba! 
¡Itifálicos y sorcheros 
Sus insultos lo han pervertido! 
En el gobernalle pintan frescos 
Itifálicos y sorcheros. 
Oh olas abracadabrantescas, 
Tomad mi cuerpo para que se salve: 
¡Itifálicos y sorcheros 
sus insultos lo han pervertido! 
Cuando, al final, se les seque el tabaco, 
¿Cómo actuar, oh corazón robado? 
Habrá cantilenas báquicas 
Cuando, al final, se les seque el tabaco: 
Me darán bascas estomacales 
Si el triste corazón me lo reprimen: 
Cuando, al final, se les seque el tabaco 
¿Cómo actuar, oh corazón robado? 
No es que esto no quiera decir nada. Contésteme, a casa del 
señor Deverrière, para A.R. 

AR. RIMBAUD 

* * *

SEGUNDA CARTA:

De Arthur Rimbaud a Paul Demeny 
Charleville, 15 mayo 1871 

He decidido darle a usted una hora de literatura nueva; empiezo a continuación con un salmo de actualidad: 

Canto de guerra parisino 

La primavera es evidente, porque 
Desde el corazón de las Propiedades verdes, 
El vuelo de Thiers y de Picard 
Mantiene sus esplendores de par en par. 
¡Oh Mayo! ¡Qué delirante culos al aire! 
¡Sèvres, Meudon, Bagneux, Asnières, 
Escuchad, pues, cómo los bienvenidos 
Siembran las cosas primaverales! 
Llevan chacó, sable y tam-tam, 
No la vieja caja de velas 
Y yolas que nunca, nunca… 
¡Surcan el lago de aguas enrojecidas! 
¡Ahora más que nunca nos juerguearemos 
Cuando se vengan encima de nuestros cuchitriles 
A derrumbarse los amarillos cabujones 
En amaneceres muy especiales! 
Thiers y Picard son unos Eros, 
Conquistadores de heliotropos, 
Con petróleo pintan Corots: 
Ahí vienen sus tropas abejorreando… 
¡Son familiares del Gran Truco!… 
¡Y tumbado en los gladiolos, Favre 
Hace de su parpadeo acueducto, 
Y sus resoplidos a la pimienta! 
La gran ciudad tiene las calles calientes, 
A pesar de vuestras duchas de petróleo, 
y decididamente tenemos que 
Sacudiros en vuestro papel. 
¡Y los Rurales que se arrellanan 
En prolongados acuclillamientos, 
Oirán ramitas crujiendo 
Entre los rojos arrugamientos! 

A. RIMBAUD 

—Ahí va una prosa sobre el porvenir de la poesía. Toda poesía antigua desemboca en la poesía Griega, Vida armoniosa. — Desde Grecia hasta el movimiento romántico, — edad media, — hay letrados, versificadores. De Ennio a Turoldus, de Turoldus a Casimir Delavigne, todo es prosa rimada, apoltronamiento y gloria de innumerables generaciones idiotas: Racine es el puro, el fuerte, el grande. — Si alguien le hubiese soplado en las rimas, revuelto los hemistiquios, al Divino Tonto no se le haría más caso hoy que a cualquiera que se descolgara escribiendo unos Orígenes. — Después de Racine, el juego se pone mohoso. Ha durado dos mil años. 

No es broma ni paradoja. La razón me inspira más convencimientos sobre el tema que rabietas se agarra el Jeune-France. Por lo demás, los nuevos son muy libres de abominar de los antepasados: estamos en casa y no nos falta el tiempo. Nunca se ha entendido bien el romanticismo. ¿Quién iba a entenderlo? ¡Los críticos! ¿A los románticos, que tan bien demuestran que la canción es muy pocas veces la obra, es decir: el pensamiento contado y comprendido por quien lo canta? Porque Yo es otro. Si el cobre se despierta convertido en corneta, la culpa no es en modo alguno suya. Algo me resulta evidente: estoy asistiendo al parto de mi propio pensamiento: lo miro, lo escucho: aventuro un roce con el arco: la sinfonía se remueve en las profundidades, o aparece de un salto en escena. 

Si los viejos imbéciles hubieran descubierto del yo algo más que su significado falso, ahora no tendríamos que andar barriendo tantos millones de esqueletos que, desde tiempo infinito, han venido acumulando los productos de sus tuertas inteligencias, ¡proclamándose autores de ellos! 

En Grecia, he dicho, versos y liras ponen ritmo a la acción. 

A partir de ahí, música y rima se tornan juegos, entretenimientos. 

El estudio de ese pasado encanta a los curiosos: muchos se complacen en renovar semejantes antigüedades — allá ellos. A la inteligencia universal siempre le han crecido las ideas naturalmente; los hombres recogían en parte aquellos frutos del cerebro; se obraba en consecuencia, se escribían libros: de tal modo iban las cosas, porque el hombre no se trabajaba, no se había despertado aún, o no había alcanzado todavía la plenitud de la gran ilusión. Funcionarios, escribanos: autor, creador, poeta, ¡nunca existió tal hombre! 

El primer objeto de estudio del hombre que quiere ser poeta es su propio conocimiento, completo; se busca el alma, la inspecciona, la prueba, la aprende. Cuando ya se la sabe, tiene que cultivarla; lo cual parece fácil: en todo cerebro se produce un desarrollo natural; tantos egoístas se proclaman autores; ¡hay otros muchos que se atribuyen su progreso intelectual! — Pero de lo que se trata es de hacer monstruosa el alma: ¡a la manera de los comprachicos, vaya! Imagínese un hombre que se implanta verrugas en la cara y se las cultiva. 

Digo que hay que ser vidente, hacerse vidente. El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; busca por sí mismo, agota en sí todos los venenos, para no quedarse sino con sus quintaesencias. Inefable tortura en la que necesita de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, por la que se convierte entre todos en el enfermo grave, el gran criminal, el gran maldito, — ¡y el supremo Sabio! — ¡Porque alcanza lo desconocido! ¡Porque se ha cultivado el alma, ya rica, más que ningún otro! Alcanza lo desconocido y, aunque, enloquecido, acabara perdiendo la inteligencia de sus visiones, ¡no dejaría de haberlas visto! Que reviente saltando hacia cosas inauditas o innombrables: ya vendrán otros horribles trabajadores; empezarán a partir de los horizontes 
en que el otro se haya desplomado. 

— Continuará dentro de seis minutos — 
Intercalo aquí un segundo salmo fuera de texto: préstele usted benévolo oído, — y todo el mundo se quedará encantado. — Tengo el arco en la mano, empiezo: 

Mis pequeñas enamoradas 

Un hidrolato lagrimal lava 
Los cielos de verde col: 
Bajo el árbol retoñero que os babea 
Los cauchos, 
Blancas de lunas especiales 
Con los pialatos redondos, 
¡Entrechocad las rótulas, 
Monicacos míos! 
¡Nos amamos en aquella época, 
Monicaco azul! 
¡Comíamos huevos pasados por agua 
Y pamplinas de agua! 
Una tarde, me consagraste como poeta, 
Monicaco rubio: 
Baja aquí, que te dé unos azotes, 
en mi regazo; 
Vomité tu bandolina, 
Monicaco moreno; 
Tú me habrías cortado la mandolina 
Con el filo de la frente. 
¡Puah! Mis salivas resecas, 
Monicaco pelirrojo, 
¡Todavía te infectan las zanjas 
Del pecho redondo! 
¡Oh mis pequeñas enamoradas, 
os odio tanto! 
¡Sujetaos con trapos dolorosos 
Las feas tetas! 
¡Prestadme los viejos tarros 
De sentimiento en conserva! 
¡Hale, venga, sed mis bailarinas 
Por un momento!… 
¡Los omoplatos se os desencajan, 
Oh amores míos! 
¡Con una estrella en los riñones cojos, 
¡Dadles la vuelta a vuestras vueltas! 
¡Y pensar que por tales brazuelos de cordero 
He escrito rimas! 
¡Me gustaría romperos las caderas 
Por haber amado! 
Soso montón de estrellas fallidas, 
Id a llenar los rincones! 
— ¡Reventaréis en Dios, albardeadas 
De innobles cuidados! 
Bajo las lunas particulares 
con los pialatos redondos, 
¡Entrechocad las rótulas, 
Monicacos míos! 

A. RIMBAUD 

Ahí lo tiene. Y tenga usted en cuenta que, si no me lo impidiese el temor de hacerle pagar más de 60 céntimos de porte, — ¡yo, pobre pasmado que hace siete meses que no veo una monedita de bronce! — ¡aún le mandaría mis Amantes de París, cien hexámetros, señor mío, y mi Muerte de París, doscientos hexámetros! 

Vuelvo a tomar el hilo: El poeta es, pues, robador de fuego. Lleva el peso de la humanidad, incluso de los animales; tendrá que conseguir que sus invenciones se sientan, se palpen, se escuchen; si lo que trae de allá abajo tiene forma, él da forma; si es informe, lo que da es informe. Hallar una lengua; 

— Por lo demás, como toda palabra es idea, ¡vendrá el momento del lenguaje universal! Hay que ser académico, — más muerto que un fósil, — para completar un diccionario, sea del idioma que sea. ¡Hay gente débil que si se pusiera a pensar en la primera letra del alfabeto, acabaría muy pronto por sumirse en la locura! 
Este lenguaje será del alma para el alma, resumiéndolo todo, perfumes, sonidos, colores, pensamiento que se aferra al pensamiento y tira de él. Si el poeta definiera qué cantidad de lo desconocido se despierta, en su época, dentro del alma universal, ¡daría algo más — la fórmula de su pensamiento, — la notación de su marcha hacia el Progreso! Enormidad que se convierte en norma, absorbida por todos, ¡el poeta sería en verdad un multiplicador de progreso! 

Este porvenir será materialista, ya lo ve usted; — Siempre llenos de Números y de Armonía, estos poemas habrán sido hechos para permanecer. — En el fondo, seguirá siento, en parte, Poesía griega. 

El arte eterno tendría sus cometidos, del mismo modo en que los poetas son ciudadanos. La poesía dejará de poner ritmo a la acción; irá por delante de ella. ¡Existirán tales poetas! Cuando se rompa la infinita servidumbre de la mujer, cuando viva por ella y para ella, cuando el hombre, — hasta ahora abominable, — le haya dado la remisión, ¡también ella será poeta! ¡La mujer hará sus hallazgos en lo desconocido! ¿Serán sus mundos de ideas distintos de los nuestros? — Descubrirá cosas extrañas, insondables, repulsivas, deliciosas; nosotros las recogeremos, las comprenderemos. Mientras tanto, pidamos a los poetas lo nuevo, — ideas y formas. Todos los listos estarán dispuestos a creer que ellos ha han dado satisfacción a tal demanda. — ¡No es eso! 

Los primeros románticos fueron videntes sin percatarse bien de ello: el cultivo de sus almas se inició en los accidentes: locomotoras abandonadas, pero ardorosas, que durante algún tiempo se acoplan a los carriles. — Lamartine es a veces vidente, pero lo estrangula la forma vieja. — Hugo, demasiado cabezota, sí que tiene mucha visión en los últimos volúmenes: 

Los Miserables son un verdadero poema. Tengo Los castigos a mano; Stella da más o menos la medida de la visión de Hugo. Demasiados Belmontet y Lammenais, Jehovás y columnas, viejas enormidades muertas. Musset nos es catorce veces detestable, a nosotros, generaciones dolorosas y presa de visiones, — que nos sentimos insultados por su pereza de ángel. ¡Oh cuentos y proverbios insípidos! 

¡Oh noches! ¡Oh Rolla, oh Namouna, oh la Coupe! Todo es francés, es decir: detestable en grado sumo: ¡francés, no parisino! ¡Una obra más del odioso genio que inspiró a Rabelais, a Voltaire, a Jean La Fontaine, comentado por el señor Taine! ¡Primaveral, el espíritu de Musset! ¡Encantador, su amor! ¡Esto sí que es pintura al esmalte, poesía sólida! La poesía francesa se seguirá paladeando durante mucho tiempo, pero en Francia. No hay dependiente de ultramarinos que no sea capaz de descolgarse con un apóstrofe estilo Rolla; no hay seminarista que no lleve sus quinientas rimas en el secreto de su libreta. A los quince años, tales impulsos de pasión ponen a los jóvenes en celo; a los dieciséis empiezan a conformarse con recitarlos con sentimiento; a los dieciocho, incluso a los diecisiete, todo colegial que esté en condiciones hace el Rolla, ¡escribe un Rolla! Incluso puede que quede alguno todavía que pierda la vida en ello. Musset no supo hacer nada: había visiones tras la gasa de las cortinas: él cerró los ojos. Francés, flojo, arrastrado del cafetín al pupitre del colegio, el hermoso cadáver está muerto, y, de ahora en adelante, no nos tomemos siquiera la molestia de despertarlo para nuestras abominaciones. 

Los segundos románticos son muy videntes. Th. Gauthier, Leconte de Lisle, Th. de Banville. Pero cómo inspeccionar lo invisible y oír lo inaudito que recuperar el espíritu de las cosas muertas, Baudelaire es el primer vidente, rey de los poetas, un auténtico Dios. Vivió, sin embargo, en un medio demasiado artista; y la forma, que tanto le alaban, es mezquina: las invenciones de lo desconocido requieren de formas nuevas. 

— Experimentada en las formas viejas, entre los inocentes, A Renaud, — ha hecho su Rolla; — L. Grandet, — ha hecho su Rolla; — los galos y los Musset, G. Lafenestre, Coran, Cl. Popelin, Soulary, L. Salles; Los escolares, Marc, Aicard, Theuriet; los muertos y los imbéciles, Autran, Barbier, L. Pichat, Lemoyne, los Deschamps, los Dessessarts; los periodistas, L. Claudel, Robert Luzarches, X. de Richard; los fantasistas, C. Méndez; los bohemios; las mujeres; los talentos, Léon Dierx y Sully-Prudhomme, Coppée; — la nueva escuela, llamada parnasiana, tiene dos videntes: Albert Mérat y Paul Verlaine, un verdadero poeta. — Ahí lo tiene. De modo que estoy trabajando en hacerme vidente. — Y terminemos con un canto piadoso.

Acuclillamientos 
Bastante tarde, sintiéndose con asco en el estómago, 
El hermano Milotus, sin quitar ojo del tragaluz 
Desde el cual el sol, claro como un caldero rebruñido, 
Le clava una jaqueca y le marea la vista, 
Desplaza entre las sábanas su barriga de cura. 
Se agita bajo su manta gris 
Y baja con las rodillas en la barriga trémula, 
Pasmado como un viejo comiéndose su toma 
Porque tiene, agarrado del asa un orinal blanco, 
Que arremangarse la camisa por encima de los riñones. 
Ahora ya está en cuclillas, friolento, con los dedos del pie 
Replegados, tiritando al claro sol que contrachapea 
Amarillos de bollo en los vidrios de papel; 
Y la nariz del hombre, alumbrado de laca, 
Husmea en los rayos de sol, como un polipero carnal. 
… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … . 
El hombre se cuece a fuego lento, con los brazos retorcidos, 
[ con el belfo 
Metido en la barriga; siente que se le escurren los muslos en el 
[ fuego, 
Y que las calzas se le chamuscan, y que la va a diñar; 
¡Algo parecido a un pájaro se menea un poquito 
En su barriga serena como un montón de mondongo! 
En torno a él duerme un batiborrillo de muebles embrutecidos 
En andrajos de mugre y sobre panzas sucias; 
Hay escabeles, poltronas extrañas, acurrucados 
En los rincones negros; aparadores con jeta de chantre 
Entreabiertos a un sueño lleno de horribles apetitos. 
El asqueroso calor embute la habitación estrecha; 
El cerebro del hombre está atiborrado de trapos. 
Escucha un crecimiento de pelos en su piel húmeda, 
Se descarga, sacudiendo su cojo escabel. 
… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … . 
Y por la noche, bajo los rayos de la luna, que le trazan 
Alrededor del culo rebabas de luz, 
Una sombra con detalles sigue en cuclillas, contra un fondo 
De nieve rosa como una malvarrosa. 
Una nariz estrafalaria persigue a Venus por el cielo profundo. 
Sería usted execrable si no me contestase: rápidamente. Porque 
dentro de ocho días puede que esté en París. 
Hasta la vista
A. RIMBAUD



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