18.8.12

 

SOBRE EL ARTE Y LA POESIA (FREUD)

En la última parte de la conferencia 23 de Psicoanálisis Freud habla sobre el arte, la fantasía, los artistas, la neurosis y la sublimación.

EL ARTE Y LA FANTASIA INCONSCIENTE

por Sigmund Freud

Señores: Las cosas que hemos elucidado en último término nos fuerzan a considerar con mayor detenimiento la génesis y la importancia de aquella actividad del espíritu llamada «fantasía» (ver nota). Como a ustedes les consta, goza de universal estima, sin que se esté en claro acerca de su posición dentro de la vida del alma. Sobre ella puedo decirles lo siguiente. Saben ya que el yo del hombre es educado poco a poco para apreciar la realidad y para obedecer al principio de realidad por influencia del apremio exterior. En ese proceso tiene que renunciar de manera transitoria o permanente a diversos objetos y metas de su aspiración de placer -no sólo sexual-. Pero siempre es difícil para el hombre la renuncia al placer; no la lleva a cabo sin algún tipo de resarcimiento. Por eso se ha reservado una actividad del alma en que se concede a todas estas fuentes de placer resignadas y a estas vías abandonadas de la ganancia de placer una supervivencia, una forma de existencia que las emancipa del requisito de realidad y de lo que llamamos «examen de realidad».

Toda aspiración alcanza enseguida la forma de una representación de cumplimiento; no hay ninguna duda de que el demorarse en los cumplimientos de deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción, aunque el saber de que no se trata de una realidad permanezca intacto. Por tanto, en la actividad de la fantasía el hombre sigue gozando de la libertad respecto de la compulsión exterior, esa libertad a la que hace mucho renunció en la realidad. Ha conseguido, en continua alternancia entre lo uno y lo otro, seguir siendo un animal en busca de placer, para convertirse después siempre, de nuevo, en un ser racional. Es que no le basta la magra satisfacción que puede arrancar a la realidad. «Esto no anda sin construcciones auxiliares», dijo una vez Theodor Fontane.

La creación del reino de la fantasía dentro del alma halla su cabal correspondiente en la institución de «parques naturales», de «reservas», allí donde los reclamos de la agricultura, el comercio y la industria amenazan alterar velozmente la faz originaria de la Tierra hasta volverla irreconocible. El parque natural conserva ese antiguo estado que en todos los otros lugares se sacrificó, con pena, a la necesidad objetiva. Ahí tiene permitido pulular y crecer todo lo que quiera hacerlo, aun lo inútil, hasta lo dañino. Una reserva así, sustraída del principio de realidad, es también en el alma el reino de la fantasía.

Las producciones de la fantasía más conocidas son los llamados «sueños diurnos», de los que ya hemos hablado: unas satisfacciones imaginadas de deseos eróticos, de ambición y de grandeza, que florecen con tanto más exuberancia cuanto más llama la realidad a moderarse o a ser paciente. La dicha de la fantasía muestra en ellos su esencia de manera inequívoca: de nuevo la ganancia de placer se hace independiente de la aprobación de la realidad. Sabemos que esos sueños diurnos son el núcleo y los modelos de los sueños nocturnos. Estos, en el fondo, no son sino sueños diurnos que se han vuelto utilizables por la liberación que durante la noche experimentan las mociones pulsionales, y que son desfigurados por la forma nocturna de la actividad anímica. Ya nos hemos familiarizado con la idea de que no necesariamente los sueños diurnos son concientes; existen también sueños diurnos inconcientes. Estos últimos son la fuente tanto de los sueños nocturnos cuanto ... de los síntomas neuróticos (ver nota).


 La comunicación que sigue les aclarará la importancia de la fantasía para la formación de síntoma. Hemos dicho que en el caso de la frustración la libido inviste regresivamente las posiciones que había abandonado, pero a las que quedó adherida con ciertos montos. No tenemos que retractarnos de ello ni corregirlo, pero sí intercalar un eslabón intermedio. ¿Cómo encuentra la libido el camino hacia esos lugares de fijación? Bien; todos los objetos y orientaciones de la libido resignados no lo han sido todavía por completo. Ellos o sus retoños son retenidos aún con cierta intensidad en las representaciones de la fantasía. La libido no tiene más que volver a las fantasías para hallar expedito desde ellas el camino a cada fijación reprimida.

Estas fantasías gozan de cierta tolerancia, y no se llega al conflicto entre ellas y el yo, por grandes que sean las oposiciones, mientras se observe una determinada condición. Es una condición de naturaleza cuantitativa, infringida ahora por el reflujo de la libido a las fantasías. Por este aflujo la investidura energética de las fantasías se eleva tanto que ellas se vuelven exigentes, desarrollan un esfuerzo, orientado hacia la realización. Ahora bien, esto hace inevitable el conflicto entre ellas y el yo. Si antes fueron preconcientes o concientes, ahora son sometidas a la represión por parte del yo y libradas a la atracción del inconciente. Desde las fantasías ahora inconcientes, la libido vuelve a migrar hasta sus orígenes en el inconciente, hasta sus propios lugares de fijación.

La retirada de la libido a la fantasía es un estadio intermedio del camino hacia la formación de síntoma, que me rece sin duda una denominación particular. Jung acuñó para ella el nombre muy apropiado de introversión, pero le dio también, impropiamente, otras significaciones (ver nota). Por nuestra parte, nos atenemos a esto: La introversión designa el extrañamiento de la libido respecto de las posibilidades de la satisfacción real, y la sobreinvestidura de las fantasías que hasta ese momento se toleraron por inofensivas. 

Un introvertido no es todavía un neurótico, pero se encuentra en una situación lábil; al menor desplazamiento de fuerzas se verá obligado a desarrollar síntomas, a menos que haya hallado otras salidas para su libido estancada. El carácter irreal de la satisfacción neurótica y el descuido de la diferencia entre fantasía y realidad ya están, en cambio, determinados por la permanencia en el estadio de la introversión.

Sin duda han notado ustedes que en las últimas elucidaciones he introducido un nuevo factor en la ensambladura del encadenamiento etiológico: la cantidad, la magnitud de las energías que entran en juego; y por cierto tenemos que considerarlo en todas partes. No nos basta con un análisis puramente cualitativo de las condiciones etiológicas. O, para expresarlo de otro modo: una concepción meramente dinámica de estos procesos anímicos es insuficiente; hace falta todavía el punto de vista económico.

No podemos menos que decirnos lo siguiente: el conflicto entre dos aspiraciones no estalla antes que se hayan alcanzado ciertas intensidades de investidura, por más que preexistieran las condiciones de contenido.

De igual manera, la importancia patógena de los factores constitucionales depende de cuánto más de una pulsión parcial respecto de otra esté presente en la disposición; y aun podemos imaginar que las disposiciones de todos los seres humanos son de igual género en lo cualitativo, y sólo se diferencian por estas proporciones cuantitativas. No menos decisivo es el factor cuantitativo para la capacidad de resistencia a contraer una neurosis. Interesa el monto de libido no aplicada que una persona puede conservar flotante, y la cuantía de la fracción de su libido que es capaz de desviar de lo sexual hacia las metas de la sublimación.

La meta final de la actividad del alma, que en lo cualitativo puede describirse como aspiración a la ganancia de placer y a la evitación de displacer, se plantea, para la consideración económica, como la tarea de domeñar los volúmenes de excitación (masas de estímulo) que operan en el interior del aparato anímico y de impedir su estasis generadora de displacer (ver nota).

 Es todo cuanto quería decirles acerca de la formación de síntoma en las neurosis. Pero no dejaré de destacarlo expresamente otra vez: Todo lo dicho aquí se refiere sólo a la formación de síntoma en el caso de la histeria. Ya en el caso de la neurosis obsesiva hallamos -conservándose lo fundamental- muchas cosas diferentes. Las contrainvestiduras frente a las exigencias pulsionales, de las que también hablamos a raíz de la histeria, pasan al primer plano en la neurosis obsesiva y, por medio de las llamadas «formaciones reactivas», dominan el cuadro clínico. Divergencias similares, e incluso más profundas, descubrimos en el caso de las otras neurosis, respecto de las cuales bajo ningún aspecto han concluido nuestras indagaciones sobre los mecanismos de la formación de síntoma.

Antes de dejarlos por hoy, me gustaría reclamar la atención de ustedes un momento aún para un aspecto de la vida de la fantasía que es digno del más universal interés. Existe, en efecto, un camino de regreso de la fantasía a la realidad, y es. . . el arte. Al comienzo, el artista es también un introvertido, y no está muy lejos de la neurosis. Es constreñido por necesidades pulsionales hiperintensas; querría conseguir honores, riqueza, fama y el amor de las mujeres. Pero le faltan los medios para alcanzar estas satisfacciones.

Por eso, como cualquier otro insatisfecho, se extraña de la realidad y trasfiere todo su interés, también su libido, a las formaciones de deseo de su vida fantaseada, desde las cuales se abre un camino que puede llevar a la neurosis. Tienen que conjugarse toda una serie de circunstancias para que no sea este el desenlace de su desarrollo; y es bien conocida la frecuencia con que justamente los artistas padecen de una inhibición parcial de su productividad, provocada por neurosis. Es probable que su constitución incluya una vigorosa facultad para la sublimación y una cierta flojera de las represiones decisivas para el conflicto. Ahora bien, he aquí el modo en que el artista encuentra el camino de regreso a la realidad. 

Por cierto, no es el único que lleva una vida fantaseada. El reino intermedio de la fantasía es admitido por acuerdo universal de los hombres, y todo desposeído espera hallar en él alivio y consuelo. Pero en los que no son artistas, la ganancia de placer extraída de las fuentes de la fantasía es muy restringida. La inflexibilidad de sus represiones los fuerza a contentarse con los mezquinos sueños diurnos que todavía son autorizados a devenir concientes. Ahora bien, cuando alguien es un artista genuino, dispone de algo más. Se las ingenia, en primer lugar, para elaborar sus sueños diurnos de tal modo que pierdan lo que tienen de excesivamente personal y de chocante para los extraños, y para que estos puedan gozarlos también. Además, sabe atenuarlos hasta el punto en que no dejen traslucir fácilmente su proveniencia de las fuentes prohibidas. Por otro lado, posee la enigmática facultad de dar forma a un material determinado hasta que se convierta en copia fiel de la representación de su fantasía y, después, sabe anudar a esta figuración de su fantasía inconciente una ganancia de placer tan grande que en virtud de ella las represiones son doblegadas y canceladas, al menos temporariamente. Y si puede obtener todo eso, posibilita que los otros extraigan a su vez consuelo y alivio de las fuentes de placer de su propio inconciente, que se les habían hecho inaccesibles; así obtiene su agradecimiento y su admiración, y entonces alcanza por su fantasía lo que antes lograba sólo en ella: honor, poder y amor.


*

Otro fragmento de Freud sobre el arte:

EL CREADOR LITERARIO Y EL FANTASEO

El poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo de fantasía, lo dota de grandes montos de afecto.

El adulto se avergüenza de sus fantasías y se esconde de los otros, las cría como sus intimidades mas personales, por lo común preferiría confersar sus faltas a comunicar sus fantasías.

El jugar del niño estaba dirigido por deseos: ser grande y adulto. Imita en el juego lo que le ha devenido familiar de la vida de los mayores.

El dichoso nunca fantasea, solo lo hace el insatisfecho. Deseos insatisfechos son las fuerzas pulsionales de las fantasías y cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad.

Los deseos pulsionales difieren según sexo, carácter y circunstancias de vida de la personalidad que fantasea. Son deseos ambiciosos, que sirven a la exaltación de la personalidad, o son deseos eróticos.

Una fantasía oscila en cierto modo entre tres tiempos. El trabajo anímico se anuda a una impresión actual, a una ocasión del presente que fue capaz de despertar los grandes deseos de la persona, desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia anterior, infantil la mas de las veces, en que aquel deseo se cumplía, y entonces crea una situación referida al futuro, que se figura como el cumplimiento de ese deseo, justamente el sueño diurno o la fantasía, en que van impresas las huellas de su origen en la ocasión y en el recuerdo. Pasado, presente y futuro son como las cuentas de un collar engarzado por el deseo.

 El hecho de que las fantasías proliferen y se vuelvan hiperpotentes crea las condiciones para la caída de una neurosis o una psicosis, las fantasías son los estadios previos más inmediatos de los síntomas patológicos.

 Los sueños nocturnos son unos cumplimientos de deseo como los diurnos.

Los mitos es probable que respondan a los desfigurados relictos de una fantasía de deseo de naciones enteras, a los sueños seculares de la humanidad joven.

El soñante diurno pone el mayor cuidado en ocultar sus fantasías de los demás porque registra motivos para avergonzarse de ellas.

El poeta atempera el carácter del sueño diurno egoísta mediante variaciones y encubrimientos, y nos soborna por medio de una ganancia de placer puramente formal, que el nos brinda en la figuración de sus fantasías. A esa ganancia de placer la llamamos prima de incentivacion o placer previo.










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