17.8.12
EL MANIFIESTO COMUNISTA - MARX Y ENGELS
EL MANIFIESTO DEL PARTIDO
COMUNISTA
Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas !as fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.
¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus
adversarios en el Poder? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado,
tanto a los representantes más avanzados de la oposición como a sus enemigos
reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?
De este hecho resulta una doble enseñanza:
Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias
de Europa.
Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus
conceptos, sus fines y sus aspiraciones; que opongan a la leyenda del fantasma
del comunismo un manifiesto del propio Partido.
Con este fin, comunistas de diversas nacionalidades se han reunido en
Londres y han redactado el siguiente Manifiesto, que será publicado en inglés,
francés, alemán, italiano, flamenco y danés.
I
BURGUESES Y PROLETARIOS [*1*]
La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las
luchas de clases. [*2*]
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos,
maestros [*3*] y oficiales,
en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una
lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó
siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el
hundimiento de las clases beligerantes.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una
completa división de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala
gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios,
caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos,
maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía
encontramos gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la
sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha
sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas
formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por
haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va
dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes
clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.
De los siervos de la Edad Media surgieron los villanos libres de las primeras
ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elementos de la
burguesía.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a
la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de las Indias
y de China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la
multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general
imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta
entonces desconocido, y aceleraron, con ello, el desarrollo del elemento
revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.
El antiguo modo de explotación feudal o gremial de la industria ya no podía
satisfacer la demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados. Vino a
ocupar su puesto la manufactura. La clase media industrial suplantó a los
maestros de los gremios; la división del trabajo entre las diferentes
corporaciones desapareció, ante la división del trabajo en el seno del mismo
taller.
Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya
no bastaba tampoco la manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron
entonces la producción industrial. La gran industria moderna sustituyó a la
manufactura; el lugar de la clase media industrial vinieron a ocuparlo los
industriales millonarios -- jefes de verdaderos ejércitos industriales -- , los
burgueses modernos.
La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el
descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el
desarrollo del comercio, de la navegación y de todos los medios de transporte
por tierra. Este desarrollo influyó a su vez en el auge de la industria, y a
medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los
ferrocarriles, desarrollábase la burguesía, multiplicando sus capitales y
relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.
La burguesía moderna, como vemos, es por sí misma fruto de un largo proceso
de desarrollo, de una serie de revoluciones en el modo de producción y de
cambio.
Cada e tapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada
del correspondiente éxito político [10].*** Estamento
oprimido bajo la dominación de los señores feudales; asociación armada y
autónoma en la comuna [*4*]; en unos
sitios, República urbana independiente; en otros, tercer estado tributario de
la monarquía [11]; después,
durante el período de la manufactura, contrapeso de la nobleza en las
monarquías feudales o absolutas y, en general, piedra angular de las grandes
monarquías, la burguesía, después del establecimiento de la gran industria y
del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del Poder
político en el Estado representativo moderno. El gobierno del Estado moderno no
es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase
burguesa.
La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente
revolucionario.
Dondequiera que ha conquistado el Poder, la burguesía ha destruido las
relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales
que ataban al hombre a sus "superiores naturales" las ha desgarrado
sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés,
el cruel "pago al contado". Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor
religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués
en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un
simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y
bien adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una
palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y
políticas, ha establecido una explotacion abierta, descarada, directa y brutal.
La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta
entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al
jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al sabío, los ha convertido en sus
servidores asalariados.
La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que
encubría las relaciones familiares, y las redujo a simples relaciones de
dinero.
La burguesía ha revelado que la brutal manifestación de fuerza en la Edad
Media, tan admirada por la reacción, tenía su complemento natural en la más
relajada holgazanería. Ha sido ella la que primero ha demostrado lo que puede
realizar la actividad humana; ha creado maravillas muy distintas a las pirámides
de Egipto, a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha realizado
campañas muy distintas a los éxodos de los pueblos y a las Cruzadas.
La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar
incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las
relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La
conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera
condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución
continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones
sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa
de todas las anteriores[12]. Todas las
relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas
veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de
haber podido osificarse.
Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo
sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar
serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.
Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la
burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes,
establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter
cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran
sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional.
Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose
continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se
convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias
que ya no emplean materias primas indigenas, sino materias primas venidas de
las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el
propio país, sino en todas las partes del globo.
En lugar de las antiguas
necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas,
que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de
los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y
naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal,
una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la
producción material, como a la producción intelectual. La producción
intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La
estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles;
de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura
universal.
Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al
constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la
corriente de la civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras.
Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que
derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más
fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no
quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a
introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una
palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza.
La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes
inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación
con la del campo, substrayendo una gran parte de la población al idiotismo de
la vida rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, ha
subordinado los países bárbaros o semibárbaros a los países civilizados, los
pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.
La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de
producción, de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población,
centralizado los medios de producción y concentrado la propiedad en manos de
unos pocos. La consecuencia obligada de ello ha sido la centralización
política. Las provincias independientes, ligadas entre si casi unicamente por
lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras
diferentes, han sido consolidadas en una sola nacion, bajo un
solo Gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase y una
sola línea aduanera.
La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de
existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que
todas las generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la
naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la
industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, el
telégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo de continentes enteros, la
apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por
encanto, como si salieran de la tierra. ¿Cual de los siglos pasados pudo
sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del
trabajo social?
Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio, sobre cuya
base se ha formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al
alcanzar un cierto grado de desarrollo estos medios de producción y de cambio,
las condiciones en que la sociedad feudal producía y cambiaba, toda la
organización feudal de la agricultura y de la industria manufacturera, en una
palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de corresponder a las
fuerzas productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en lugar de
impulsarla [13]. Se
transformaron en otras tantas trabas. Era preciso romper esas trabas, y se
rompieron.
En su lugar se estableció la libre concurrencia, con una constitución
social y política adecuada a ella y con la dominación económica y política de
la clase burguesa.
Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Las
relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de
propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir tan
potentes medios de producción y de cambio,
se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que
ha desencadenado con sus conjuros.
Desde hace algunas décadas, la historia de
la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las
fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción,
contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la
burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis comerciales que, con su
retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de
la existencia de toda la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial, se
destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable de productos
elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas.
Durante
las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera
parecido absurda, se extiende sobre la sociedad -- la epidemia de la
superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado
de barbarie momentánea: diríase que el hambre, que una guerra devastadora
mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el
comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee
demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria,
demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya al desarrollo
de la civilización burguesa y [14] de las
relaciones de propiedad burguesas; por el contrario, resultan ya demasiado
poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su
desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo,
precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia
de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas
para contener las riquezas creadas en su seno.
¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción
obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de
nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De que modo lo
hace, entonces? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo
los medios de prevenirlas.
Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo se
vuelven ahora contra la propia burguesía.
Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte;
ha producido también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros
modernos, los proletarios.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el
capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros
modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran
únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados
a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de
comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas
las fluctuaciones del mercado.
El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al
trabajo del proletario todo caracter substantivo y le hacen perder con ello
todo atractivo para el obrero. Éste se convierte en un simple apéndice de la
máquina, y sólo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas y de
más fácil aprendizaje.
Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce
poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir y para
perpetuar su linaje. Pero el precio del trabajo [15], como el de
toda mercancía, es igual a su coste de producción. Por consiguiente, cuanto más
fastidioso resulta el trabajo más bajan los salarios. Más aún, cuanto más se
desenvuelven el maquinismo y la división del trabajo, más aumenta la cantidad
de trabajo[16] bien mediante
la prolongación de la jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en un
tiempo dado, la aceleración del movimiento de las máquinas, etc.
La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro
patriarcal en la gran fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros,
hacinados en la fábrica, están organizados en forma militar. Como soldados
rasos de la industria, están colocados bajo la vigilancia de una jerarquía
completa de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase
burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la
máquina, del capataz y, sobre todo, del patrón de la fábrica. Y este despotismo
es tanto más mezquino, odioso y exasperante, cuanto mayor es la franqueza con
que proclama que no tiene otro fin que el lucro.
Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual, es decir,
cuanto mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción
en que el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los
niños. Por lo que respecta a la clase obrera, las diferencias de edad y sexo
pierden toda significación social. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo
coste varía según la edad y el sexo.
Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha
recibido su salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos de
la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.
Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y
campesinos, toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo, caen
en las filas del proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no les
alcanzan para acometer grandes empresas industriales y sucumben en la
competencia con los capitalistas más fuertes; otros, porque su habilidad
profesional se ve despreciada ante los nuevos métodos de producción. De tal
suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población.
El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra
la burguesía comienza con su surgimiento.
Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados, después, por los
obreros de una misma fábrica, más tarde, por los obreros del mismo oficio de la
localidad contra el burgués aislado que los explota directamente. No se
contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones burguesas de
producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de producción [17]: destruyen las
mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las máquinas,
incendian las fábricas, intentan reconquistar por la fuerza la posición perdida
del trabajador de la Edad Media.
En esta etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y
disgregada por la competencia. Si los obreros forman en masas compactas, esta
acción no es todavía la consecuencia de su propia unidad, sino de la unidad de
la burguesía, que para alcanzar sus propios fines políticos debe -- y por ahora
aún puede -- poner en movimiento a todo el proletariado. Durante esta etapa,
los proletarios no combaten, por tanto, contra sus propios enemigos, sino
contra los enemigos de sus enemigos, es decir, contra los vestigios de la
monarquía absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no
industriales y los pequeños burgueses. Todo el movimiento histórico se
concentra, de esta suerte, en manos de la burguesía; cada victoria alcanzada en
estas condiciones es una victoria de la burguesía.
Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el numero de
proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y
adquieren mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de
existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina
va borrando las diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas
partes, a un nivel igualmente bajo. Como resultado de la creciente competencia
de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los
salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado
perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más
precaria; las colisiones individuales entre el obrero y el burgués adquieren
más y más el carácter de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a
formar coaliciones [18] contra los burgueses
y actúan en común para la de fensa de sus salarios. Llegan hasta formar
asociaciones permanentes para asegurarse los medios necesarios, en previsión de
estos choques circunstanciales. Aquí y allá la lucha estalla en sublevación.
A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero
resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más
extensa de los obreros. Esta unión es favorecida por el crecimiento de los
medios de comunicación creados por la gran industria y que ponen en contacto a
los obreros de diferentes localidades. Y basta ese contacto para que las
numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se
centralicen en una lucha nacional, en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases
es una lucha política. Y la unión que los habitantes de las ciudades de la Edad
Media, con sus caminos vecinales, tardaron siglos en establecer, los
proletarios modernos, con los ferrocarriles, la llevan a cabo en unos pocos
años.
Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido
político, es sin cesar socavada por la competencia entre los propios obreros.
Pero surge de nuevo, y siempre más fuerte, más firme, más potente.
Aprovecha
las disensiones intestinas de los burgueses para obligarles a reconocer por la
ley algunos intereses de la clase obrera; por ejemplo, la ley de la jornada de
diez horas en Inglaterra.
En general, las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas
maneras el proceso de desarrollo del proletariado. La burguesía vive en lucha
permanente: al principio, contra la aristocracía; después, contra aquellas
fracciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción con
los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra la burguesía de todos
los demás países. En todas estas luchas se ve forzada a apelar al proletariado,
a reclamar su ayuda y a arrastrarle así al movimiento político. De tal manera,
la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia educación [19], es decir,
armas contra ella misma.
Además, como acabamos de ver, el progreso de la industria precipita en las
filas del proletariado a capas enteras de la clase dominante, o al menos las
amenaza en sus condiciones de existencia. También ellas aportan al proletariado
numerosos elementos de educación [20].
Finalmente, en los períodos en que la lucha de clases se acerca a su
desenlace, el proceso de desintegración de la clase dominante, de toda la vieja
sociedad, adquiere un carácter tan violento y tan patente que una pequeña
fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a
la clase en cuyas manos esta el porvenir. Y así como antes una parte de la
nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días un sector de la burguesía se
pasa al proletariado, particularmente ese sector de ideólogos burgueses que se
han elevado teóricamente hasta la comprensión del conjunto del movimiento
histórico.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía sólo el
proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van
degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el
proletariado, en cambio, es su producto más peculiar.
Las capas medias -- el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el
artesano, el campesino --, todas ellas luchan contra la burguesía para salvar
de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues,
revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que
pretenden volver atrás la tueda de la Historia. Son revolucionarias únicamente
cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado,
defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando
abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.
El lumpenproletatiado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas
más bajas de la vieja sociedad, puede a veces ser arrastrado al movimiento por
una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de
vida está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras.
Las condiciones de existencia de la vieja sociedad están ya abolidas en las
condiciones de existencia del proletariado. El proletariado no tiene propiedad;
sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen nada de común con las
relaciones familiares burguesas; el trabajo industrial moderno, el moderno yugo
del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Norteamérica que
en Alemania, despoja al proletariado de todo carácter nacional. Las leyes, la
moral, la religión son para él meros prejuicios burgueses, detrás de los cuales
se ocultan otros tantos intereses de la burguesía.
Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de
consolidar la situación adquirida sometiendo a toda sociedad a las condiciones
de su modo de apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas
productivas sociales, sino aboliendo su propio modo de apropiación en vigor, y,
por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los
proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que
hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente.
Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en
provecho de minorías. El movimiento proletario es el movimiento independiente [21] de la inmensa
mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proletariado, capa inferior de la
sociedad actual, no puede levantarse, no puede enderezarse, sin hacer saltar
toda la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial.
Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra
la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado
de cada país debe acabar en primer lugar con su propia burguesía.
Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos
seguido el curso de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el
seno de la sociedad existente, hasta el momento en que se transforma en una
revolución abierta, y el proletariado, derrocando por la violencia a la
burguesía, implanta su dominación.
Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el
antagonismo entre clases opresoras y oprimidas. Mas para oprimir a una clase,
es preciso asegurarle , unas condiciones que le permitan, por lo menos,
arrastrar su existencia de esclavitud.
El siervo, en pleno régimen de servidumbre, llegó a miembro de la comuna, lo mismo que el pequeño burgués llegó a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal.
El siervo, en pleno régimen de servidumbre, llegó a miembro de la comuna, lo mismo que el pequeño burgués llegó a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal.
El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la
industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de
su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más
rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la
burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de
la sociedad ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las condiciones de
existencia de su clase.
No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar
a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de la esclavitud,
porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle,
en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su
dominación; lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo
sucesivo, incompatible con la de la sociedad.
La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase
burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares [22], la formación
y el acrecentamiento del capital. La condición de existencia del capital es el
trabajo asalariado. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la
competencia de los obreros entre sí. El progreso de la industria, del que la
burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el aislamiento
de los obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria
mediante la asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los
pies de la burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia lo
producido.
La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su
hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.
- II -
PROLETARIOS Y COMUNISTAS
¿Qué relación mantienen los comunistas con respecto a los proletarios en
general?
Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos
obreros.
No tienen intereses algunos que no sean los intereses del conjunto del
proletariado.
Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que,
por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan
y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente
de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes fases de
desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía,
representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.
Prácticamente, los comunistas son, pues, el sector más resuelto [24] de los
partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a
los demás; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de
su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales
del movimiento proletario.
El objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que el de todos los
demás partidos proletarios: constitución de los proletarios en clase,
derrocamiento de la dominación burguesa, conquista del Poder político por el
proletariado.
Las tesis teóricas de los comunistas no se basan en modo alguno en ideas y
principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo.
No son sino la expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha
de clases existente, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante
nuestros ojos. La abolición de las relaciones de propiedad existentes desde
antes no es una característica peculiar y exclusiva del comunismo.
Todas las relaciones de propiedad han sufrido constantes cambios
históricos, continuas transformaciones históricas.
La revolución francesa, por ejemplo, abolió la propiedad feudal en provecho
de la propiedad burguesa.
El rasgo distintivo del comunismo no es la abolición de la propiedad en
general, sino la abolición de la propiedad burguesa.
Pero la propiedad privada actual, la propiedad burguesa, es la última y más
acabada expresión del modo de
producción y de apropiación de lo producido
basado en los antagonismos de clase, en la explotación de los unos por los
otros [25].
En este sentido los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula
única: abolición de la propiedad privada.
Se nos ha reprochado a los comunistas el querer abolir la propiedad
personalmente adquirida, fruto del trabajo propio, esa propiedad que forma la
base de toda libertad, de toda actividad, de toda independencia individual.
¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo, del esfuerzo personal! ¿Os
referis acaso a la propiedad del pequeño burgués, del pequeño labrador, esa
forma de propiedad que precede a la propiedad burguesa? No tenemos que
abolirla: el progreso de la industria la ha abolido y está aboliéndola a
diario.
¿O tal vez os referís a la propiedad privada moderna, a la propiedad
burguesa?
Pero, ¿es que el trabajo asalariado, el trabajo del proletario, crea
propiedad para el proletario? De ninguna manera. Lo que crea es capital, es
decir, la propiedad que explota al trabajo asalariado y que no puede acrecentarse
sino a condición de producir nuevo trabajo asalariado, para explotarlo a su
vez. En su forma actual, la propiedad se mueve en el antagonismo entre el
capital y el trabajo asalariado. Examinemos los dos términos de este
antagonismo.
Ser capitalista significa ocupar, no sólo una posición meramente personal
en la producción, sino también una posición social. El capital es un producto
colectivo; no puede ser puesto en movimiento sino por la actividad conjunta de
muchos miembros de la sociedad y, en último término, sólo por la actividad
conjunta de todos los miembros de la sociedad.
El capital no es, pues, una fuerza personal; es una fuerza social.
En consecuencia, si el capital es transformado en propiedad colectiva,
perteneciente a todos los miembros de la sociedad, no es la propiedad personal
la que se transforma en propiedad social. Sólo habrá cambiado el carácter
social de la propiedad. Esta perderá su carácter de clase.
Examinemos el trabajo asalariado.
El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir,
la suma de los medios de subsistencia indispensables al obrero para consenar su
vida como tal obrero. Por consiguiente, lo que el obrero asalariado se apropia
por su actividad es estrictamente lo que necesita para la mera reproducción de
su vida.
No queremos de ninguna manera abolir esta apropiación personal de los
productos del trabajo, indispensable a la mera reproducción de la vida humana,
esa apropiación, que no deja ningún beneficio líquido que pueda dar un poder
sobre el trabajo de otro. Lo que queremos suprimir es el carácter miserable de
esa apropiación, que hace que el obrero no viva sino para acrecentar el capital
y tan sólo en la medida en que el interes de la clase dominante exige que viva.
En la sociedad burguesa, el trabajo viviente no es más que un medio de
incrementar el trabajo acumulado. En la sociedad comunista, el trabajo
acumulado no es más que un medio de ampliar, enriquecer y hacer más fácil la
vida de los trabajadores.
De este modo, en la sociedad burguesa el pasado domina al presente; en la
sociedad comunista es el presente el que domina al pasado. En la sociedad
burguesa el capital es independiente y tiene personalidad, mientras que el
individuo que trabaja carece de independencia y de personalidad.
¡Y es la abolición de semejante estado de cosas lo que la burguesía
considera como la abolición de la personalidad y de la libertad! Y con razón.
Pues se trata efectivamente de abolir la personalidad burguesa, la
independencia burguesa y la libertad burguesa.
Por libertad, en las condiciones actuales de la producción burguesa, se
entiende la libertad de comercio, la libertad de comprar y vender.
Desaparecido el chalaneo, desaparecerá también la libertad de chalanear.
Las declamaciones sobre la libertad de chalaneo, lo mismo que las demás
bravatas liberales de nuestra burguesía, sólo tienen sentido aplicadas al
chalaneo encadenado y al burgués sojuzgado de la Edad Media; pero no ante la
abolición comunista del chalaneo, de las relaciones de producción burguesas y
de la propia burguesía.
Os horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada. Pero en vuestra
sociedad actual la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes
de sus miembros. Precisamente porque no existe para esas nueve décimas partes
existe para vosotros. Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de
propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la
sociedad sea privada de propiedad.
En una palabra, nos acusáis de querer abolir vuestra propiedad.
Efectivamente, eso es lo que queremos.
Según vosotros, desde el momento en que el trabajo no puede ser convertido
en capital, en dinero, en renta de la tierra, en una palabra, en poder social
susceptible de ser monopolizado; es decir, desde el instante en que la
propiedad personal no puede transformarse en propiedad burguesa [26], desde ese
instante la personalidad queda suprimida.
Reconocéis, pues, que por personalidad no entendéis sino al burgués, al
propietario burgués. Y esta personalidad ciertamente debe ser suprimida.
El comunismo no arrebata a nadie la facultad de apropiarse de los productos
sociales; no quita más que el poder de sojuzgar el trabajo ajeno por medio de
esta apropiación.
Se ha objetado que con la abolición de la propiedad privada cesaría toda
actividad y sobrevendría una indolencia general.
Si así fuese, hace ya mucho tiempo que la sociedad burguesa habría sucumbido
a manos de la holgazanería, puesto que en ella los que trabajan no adquieren y
los que adquieren no trabajan. Toda la objeción se reduce a esta tautologia: no
hay trabajo asalariado donde no hay capital.
Todas las objeciones dirigidas contra el modo comunista de apropiación y de
producción de los productos materiales han sido hechas igualmente respecto a la
apropiación y a la producción de los productos del trabajo intelectual. Lo
mismo que para el burgués la desaparición de la propiedad de clase equivale a
la desaparición de toda producción, la desaparición de la cultura de clase
significa para él la desaparición de toda cultura.
La cultura, cuya pérdida deplora, no es para la inmensa mayoría de los
hombres más que el adiestramiento que los transforma en máquinas.
Mas no discutáis con nosotros mientras apliquéis a la abolición de la
propiedad burguesa el criterio de vuestras nociones burguesas de libertad,
cultura, derecho, etc. Vuestras ideas son en sí mismas producto de las
relaciones de producción y de propiedad burguesas, como vuestro derecho no es
más que la voluntad de vuestra clase erigida en ley; voluntad cuyo contenido
está determinado por las condiciones materiales de existencia de vuestra clase.
La concepción interesada que os ha hecho erigir en leyes eternas de la
Naturaleza y de la Razón las relaciones sociales dimanadas de vuestro
transitorio modo de producción y de propiedad -- relaciones históricas que
surgen y desaparecen en el curso de la producción --, la compartis con todas
las clases dominantes hoy desaparecidas. Lo que concebís para la propiedad
antigua, lo que concebís para la propiedad feudal, no os atrevéis a admitirlo
para la propiedad burguesa.
¡Querer abolir la familia! Hasta los mas radicales se indignan ante este
infame designio de los comunistas.
¿En qué bases descansa la familia actual, la familia burguesa? En el
capital, en el lucro privado. La familia, plenamente desarrollada, no existe
más que para la burguesía; pero encuentra su complemento en la supresión
forzosa de toda familia para el proletariado y en la prostitución pública.
La familia burguesa desaparece naturalmente al dejar de existir ese
complemento suyo, y ambos desaparecen con la desaparición del capital.
¿Nos reprocháis el querer abolir la explotación de los hijos por sus
padres? Confesamos este crimen.
Pero decís que destruimos los vinculos más íntimos, sustituyendo la
educación doméstica por la educación social.
Y vuestra educación, ¿no está también determinada por la sociedad, por las
condiciones sociales en que educáis a vuestros hijos, por la intervención
directa o indirecta de la sociedad a través de la escuela, etc.?
Los comunistas
no han inventado esta ingerencia de la sociedad en la educación, no hacen más
que cambiar su carácter y arrancar la educación a la influencia de la clase
dominante.
Las declamaciones burguesas sobre la familia y la educación, sobre los
dulces lazos que unen a los padres con sus hijos, resultan más repugnantes a
medida que la gran industria destruye todo vinculo de familia para el
proletario y transforma a los niños en simples articulos de comercio, en
simples instrumentos de trabajo.
¡Pero es que vosotros, los comunistas, queréis establecer la comunidad de
las mujeres! -- nos grita a coro toda la burguesía.
Para el burgués, su mujer no es otra cosa que un instrumento de producción.
Oye decir que los instrumentos de producción deben ser de utilización común, y,
naturalmente, no puede por menos de pensar que las mujeres correrán la misma
suerte.
No sospecha que se trata precisamente de acabar con esa situación de la
mujer como simple instrumento de producción.
Nada más grotesco, por otra parte, que el horror ultramoral que inspira a
nuestros burgueses la pretendida comunidad oficial de las mujeres que atribuyen
a los comunistas. Los comunistas no tienen necesidad de introducir la comunidad
de las mujeres: casi siempre ha existido.
Nuestros burgueses, no satisfechos con tener a su disposición las mujeres y
las hijas de sus obreros, sin hablar de la prostitución oficial, encuentran un
placer singular en encornutarse mutuamente.
El matrimonio burgués es, en realidad, la comunidad de las esposas. A lo
sumo, se podría acusar a los comunistas de querer sustituir una comunidad de
las mujeres hipócritamente disimulada, por una comunidad franca y oficial. Es
evidente, por otra parte, que con la abolición de las relaciones de producción
actuales desaparecerá la comunidad de las mujeres que de
ellas se deriva, es decir, la prostitución oficial y privada.
Se acusa también a los comunistas de querer abolir la patria, la
nacionalidad.
Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen.
Mas, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el Poder
politico, elevarse a la condición de clase nacional [27], constituirse
en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués.
El aislamiento nacional y los antagonismos entre los pueblos desaparecen de
día en día con el desarrollo de la burguesía, la libertad de comercio y el
mercado mundial, con la uniformidad de la producción industrial y las
condiciones de existencia que le corresponden.
El dominio del proletariado los hará desaparecer más de prisa todavía. La
acción común del proletariado, al menos el de los países civilizados, es una de
las primeras condiciones de su emancipación.
En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por
otro, será abolida la explotación de una nación por otra.
Al mismo tiempo que el antagonismo de las clases en el interior de las
naciones, desaparecerá la hostilidad de las naciones entre sí.
En cuanto a las acusaciones lanzadas contra el comunismo, partiendo del
punto de vista de la religión, de la filosofía y de la ideología en general, no
merecen un examen detallado.
¿Acaso se necesita una gran perspicacia para comprender que con toda
modificación sobrevenida en las condiciones de vida, en las relaciones
sociales, en la existencia social cambian también las ideas, las nociones y las
concepciones en una palabra, la conciencia del hombre?
¿Qué demuestra la historia de las ideas sino que la producción intelectual
se transforma con la producción material? Las ideas dominantes en cualquier
época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante.
Cuando se habla de ideas que revolucionan toda una sociedad, se expresa
solamente el hecho de que en el seno de la vieja sociedad se han formado los
elementos de una nueva, y la disolución de las viejas ideas marcha a la par con
la disolución de las antiguas condiciones de vida.
En el ocaso del mundo antiguo las viejas religiones fueron vencidas por la
religión cristiana. Cuando en el siglo XVIII las ideas cristianas fueron
vencidas por las ideas de la Ilustración, la sociedad feudal libraba una lucha
a muerte contra la burguesía, entonces revolucionaria. Las ideas de libertad
religiosa y de libertad de conciencia no hicieron más que reflejar el reinado
de la libre concurrencia en el dominio de la conciencia [28].
"Sin duda -- se nos dirá --, las ideas religiosas, morales,
filosóficas, políticas, jurídicas, etc., se han ido modificando en el curso del
desarrollo histórico. Pero la religión, la moral, la filosofía, la política, el
derecho, se han mantenido siempre a través de estas transformaciones.
Existen, además, verdades eternas, tales como la libertad, la justicia,
etc., que son comunes a todo estado de la sociedad. Pero el comunismo quiere
abolir estas verdades eternas, quiere abolir la religión y la moral, en lugar
de dades una forma nueva, y por eso contradice a todo el desarrollo histórico
anterior."
¿A qué se reduce esta acusación? La historia de todas las sociedades que
han existido hasta hoy se desenvuelve en medio de contradicciones de clase, de
contradicciones que revisten formas diversas en las diferentes épocas.
Pero cualquiera que haya sido la forma de estas contradicciones, la
explotación de una parte de la sociedad por la otra es un hecho común a todos
los siglos anteriores. Por consiguiente, no tiene nada de asombroso que la
conciencia social de todas las edades, a despecho de toda variedad y de toda
diversidad, se haya movido siempre dentro de ciertas formas comunes, dentro de
unas formas [29] -- formas de
conciencia --, que no desaparecerán completamente más que con la desaparición
definitiva de los antagonismos de clase.
La revolución comunista es la ruptura más radical con las relaciones de
propiedad tradicionales, nada de extraño tiene que en el curso de su desarrollo
rompa de la manera más radical con las ideas tradicionales.
Mas, dejemos aquí las objeciones hechas por la burguesía al comunismo.
Como ya hemos visto más arriba, el primer paso de la revolución obrera es
la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia.
El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando
gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos
de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como
clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las
fuerzas productivas.
Esto, naturalmente, no podrá cumplirse al principio más que por una
violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de
producción, es decir, por la adopción de medidas que desde el punto de vista
económico parecerán insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del
movimiento se sobrepasarán a sí mismas [30] y serán
indispensables como medio para transformar radicalmente todo el modo de
producción.
Estas medidas, naturalmente, serán diferentes en los diversos países.
Sin embargo, en los países más avanzados podrán ser puestas en práctica
casi en todas partes las siguientes medidas:
1. Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la
tierra para los gastos del Estado.
2. Fuerte impuesto progresivo.
3. Abolición del derecho de herencia.
4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos.
5. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un
Banco nacional con capital del Estado y monopolio exdusivo.
6. Centralización en manos del Estado de todos los medios de
transporte.
7. Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y
de los instrumentos de producción, roturación de los terrenos incultos y
mejoramiento de las tierras, según un plan general.
8. Obligación de trabajar para todos; organización de ejércitos
industriales, particularmente para la agricultura.
9. Combinación de la agricultura y la industria; medidas encaminadas a
hacer desaparecer gradualmente la oposición [31] entre la
ciudad y el campo. [32]
10. Educación pública y gratuita de todos los niños; abolición del
trabajo de éstos en las fábricas tal como se practica hoy; régimen de educación
combinado con la producción material, etc., etc.
Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias
de clase y se haya concentrado toda la producción en manos de los individuos
asociados, el Poder público perderá su carácter político. El Poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la
opresión de otra. Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se
constituye indefectiblemente en clase; si mediante la revolución se convierte
en clase dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las
viejas relaciones de producción, suprime al mismo tiempo que estas relaciones
de producción las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de
las clases en general [33], y, por tanto,
su propia dominación como clase.
En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus
antagonismos de clase, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimento
de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos.
III
LITERATURA SOCIALISTA Y COMUNISTA
Por su posición histórica, la aristocracia francesa e inglesa estaban
llamadas a escribir libelos contra la moderna sociedad burguesa. En la
revolución francesa de julio de 1830 y en el movimiento inglés por la reforma,
habían sucumbido una vez más bajo los golpes del odiado advenedizo. En adelante
no podía hablarse siquiera de una lucha política seria. No les quedaba más que la
lucha literaria. Pero, también en el terreno literario, la vieja fraseología de
la época de la Restauración [*5*] había llegado
a ser inaplicable. Para crearse simpatías era menester que la aristocracia
aparentase no tener en cuenta sus propios intereses y que formulara su acta de
acusación contra la burguesía sólo en interés de la clase obrera explotada.
Dióse de esta suerte la satisfacción de componer canciones satíricas contra su
nuevo amo y de musitarle al oido profecías más o menos siniestras.
Así es como nació el socialismo feudal, mezcla de jeremiadas y pasquines,
de ecos del pasado y de amenazas sobre el porvenir. Si alguna vez su crítica
amarga, mordaz e ingeniosa hirió a la burguesía en el corazón, su incapacidad
absoluta para comprender la marcha de la historia moderna concluyó siempre por
cubrirle de ridículo.
A guisa de bandera, estos señores enarbolaban un mísero zurrón de
proletario, a fin de atraer al pueblo.
Pero cada vez que el pueblo acudía,
advertía que sus posaderas estaban ornadas con el viejo blasón feudal y se
dispersaban en medio de grandes e irreverentes carcajadas.
Una parte de los legitimistas franceses y la "Joven Inglaterra" [34] han dado al
mundo este espectáculo.
Cuando los campeones del feudalismo demuestran que su modo de explotación
era distinto del de la burguesía, olvidan una cosa, y es que ellos explotaban
en condiciones y circunstancias por completo diferentes y hoy anticuadas.
Cuando advierten que bajo su dominación no existia el proletariado moderno,
olvidan que la burguesía moderna es precisamente un retoño fatal del régimen
social suyo.
Disfrazan tan poco, por otra parte, el carácter reaccionario de su crítica,
que la principal acusación que presentan contra la burguesía es precisamente
haber creado bajo su régimen una clase que hará saltar por los aires todo el
antiguo orden social.
Lo que imputan a la burguesía no es tanto el haber hecho surgir un
proletariado en general, sino el haber hecho surgir un proletariado
revolucionario.
Por eso, en la práctica política, toman parte en todas las medidas de
represión contra la clase obrera. Y en la vida diaria, a pesar de su
fraseología ampulosa, se las ingenian para recoger las manzanas de oro caídas
del árbol de la industria y trocar el honor, el amor y la fidelidad por el comercio
en lanas, azúcar de remolacha y aguardiente [*6*].
Del mismo modo que el cura y el señor feudal marcharon siempre de la mano,
el socialismo clerical marcha unido con el socialismo feudal.
Nada más fácil que recubrir con un barniz socialista el ascetismo
cristiano. ¿Acaso el cristianismo no se levantó también contra la propiedad
privada, el matrimonio y el Estado? ¿No predicó en su lugar la caridad y la pobreza,
el celibato y la mortificación de la carne, la vida monástica y la iglesia? El
socialismo cristiano [35] no es más que
el agua bendita con que el clérigo consagra el despecho de la aristocracia.
b) El
socialismo pequeñoburgués
La aristocracia feudal no es la única clase derrumbada por la burguesía, y
no es la única clase cuyas condiciones de existencia empeoran y van
extinguiéndose en la sociedad burguesa moderna. Los villanos de las ciudades
medievales y el estamento de los pequeños agricultores de la Edad Media fueron
los precursores de la burguesía moderna. En los países de una industria y un
comercio menos desarrollados esta clase continúa vegetando al lado de la
burguesía en auge.
En los países donde se ha desarrollado la civilización moderna, se ha
formado -- y, como parte
complementaria de la sociedad burguesa, sigue
formándose sin cesar -- una nueva clase de pequeños burgueses que oscila entre
el proletariado y la burguesía. Pero los individuos que la componen se ven
continuamente precipitados a las filas del proletariado a causa de la
competencia, y, con el desarrollo de la gran industria, ven aproximarse el
momento en que desaparecerán por completo como fracción independiente de la
sociedad moderna y en que serán reemplazados en el comercio, en la manufactura
y en la agricultura por capataces y empleados.
En países como Francia, donde los campesinos constituyen bastante más de la
mitad de la población, es natural que los escritores que defendían la causa del
proletariado contra la burguesía, aplicasen a su crítica del régimen burgués el
rasero del pequeño burgués y del pequeño campesino, y defendiesen la causa
obrera desde el punto de vista de la pequeña burguesía. Así se formo el
socialismo pequeñoburgués. Sismondi es el más alto exponente de esta
literatura, no sólo en Francia, sino también en Inglaterra.
Este socialismo analizó con mucha sagacidad las contradicciones a las
modernas relaciones de producción. Puso al desnudo las hipócritas apologías de
los economistas. Demostró de una manera irrefutable los efectos destructores
del maquinismo y de la división del trabajo, la concentración de los capitales
y de la propiedad territorial, la superproducción, las crisis, la inevitable
ruina de los pequeños burgueses y de los campesinos, la miseria del
proletariado, la anarquía en la producción, la escandalosa desigualdad en la
distribución de las riquezas, la exterminadora guerra industrial de las
naciones entre sí, la disolución de las viejas costumbres, de las antiguas
relaciones familiares, de las viejas nacionalidades.
Sin embargo, el contenido positivo de ese socialismo consiste, bien en su
anhelo de restablecer los antiguos medios de producción y de cambio, y con
ellos las antiguas relaciones de propiedad y toda la sociedad antigua, bien en
querer encajar por la fuerza los medios modernos de producción y de cambio en
el marco estrecho de las antiguas relaciones de propiedad, que ya fueron rotas,
que fatalmente debían ser rotas por ellos. En uno y otro caso, este socialismo
es a la vez reaccionario y utópico.
Para la manufactura, el sistema gremial; para la agricultura, el régimen
patriarcal; he aquí su última palabra.
c) El
socialismo alemán o socialismo "verdadero"
La literatura socialista y comunista de Francia, que nació bajo el yugo de
una burguesía dominante y es la expresión literaria de la lucha contra dicha
dominación, fue introducida en Alemania en el momento en que la burguesía
acababa de comenzar su lucha contra el absolutismo feudal.
Filósofos, semifilósofos e ingenios de salón alemanes se lanzaron
avidamente sobre esta literatura; pero olvidaron que con la importación de la
literatura francesa no habían sido importadas a Alemania, al mismo tiempo, las
condiciones sociales de Francia. En las condiciones alemanas, la literatura
francesa perdió toda significación práctica inmediata y tomó un carácter
puramente literario. Debía parecer más bien una especulación ociosa sobre la
sociedad verdadera [37], sobre la
realización de la esencia humana. [38] De este modo,
para los filósofos alemanes del siglo XVIII las reivindicaciones de la primera
revolución francesa no eran más que las reivindicaciones de la "razón
práctica" en general, y las manifestaciones de la voluntad de la burguesía
revolucionaria de Francia no expresaban a sus ojos más que las leyes de la
voluntad pura, de la voluntad tal como debe ser, de la voluntad verdaderamente
humana.
Toda la labor de los literatos alemanes se redujo únicamente a poner de
acuerdo las nuevas ideas francesas con su vieja conciencia filosófica, o, más
exactamente, a asimilarse las ideas francesas partiendo de sus propias
opiniones filosóficas.
Y se las asimilaron como se asimila en general una lengua extranjera: por
la traducción.
Se sabe cómo los frailes superpusieron sobre los manuscritos de las obras
clásicas del antiguo paganismo las absurdas descripciones de la vida de los
santos católicos. Los literatos alemanes procedieron inversamente con respecto
a la literatura profana francesa. Deslizaron sus absurdos filosóficos bajo el
original francés. Por ejemplo: bajo la crítica francesa de las funciones del
dinero, escribían: "enajenación de la esencia humana"; bajo la
crítica francesa del Estado burgués, decían: "eliminación del poder de lo
universal abstracto", y así suce sivamente.
A esta interpolación de su fraseología filosófica en la crítica francesa le
dieron el nombre de "filosofía de la acción", "socialismo
verdadero", "ciencia alemana del socialismo",
"fundamentación filosófica del socialismo", etc.
De esta manera fue completamente castrada la literatura
socialista-comunista francesa. Y como en manos de los alemanes dejó de ser la
expresión de la lucha de una clase contra otra, los alemanes se imaginaron
estar muy por encima de la "estrechez francesa" y haber defendido, en
lugar de las verdaderas necesidades, la necesidad de la verdad, en lugar de los
intereses del proletariado, los intereses de la esencia humana, del hombre en
general, del hombre que no pertenece a ninguna clase ni a ninguna realidad y
que no existe más que en el cielo brumoso de la fantasía filosófica.
Este socialismo alemán, que tomaba tan solemnemente en serio sus torpes
ejercicios de escolar y que con tanto estrépito charlatanesco los lanzaba a los
cuatro vientos, fue perdiendo poco a poco su inocencia pedantesca.
La lucha de la burguesía alemana, y principalmente de la burguesía
prusiana, contra los feudales y la monarquía absoluta, en una palabra, el
movimiento liberal adquiría un carácter más serio.
De esta suerte, ofreciósele al "verdadero" socialismo la ocasion
tan deseada de contraponer al movimiento político las reivindicaciones
socialistas, de fulminar los anatemas tradicionales contra el liberalismo,
contra el Estado representativo, contra la concurrencia burguesa, contra la libertad
burguesa de prensa, contra el derecho burgués, contra la libertad y la igualdad
burguesas y de predicar a las masas populares que ellas no tenían nada que
ganar, y que más bien perderían todo, en este movimiento burgués. El
socialismo alemán olvidó muy a propósito que la crítica francesa, de la cual
era un simple eco insípido, presuponía la sociedad burguesa moderna, con las
correspondientes condiciones materiales de existencia y una constitución
política adecuada es decir, precisamente las premisas que todavía se trataba de
conquistar en Alemania.
Para los gobiernos absolutos de Alemania, con su séquito de clérigos, de
pedagogos, de hidalgos rústicos y de burócratas, este socialismo se convirtió
en un espantajo propicio contra la burguesía que se levantaba amenazadora.
Formó el complemento dulzarrón de los amargos latigazos y tiros con que
esos mismos gobiernos respondieron a los alzamientos de los obreros alemanes.
Si el "verdadero" socialismo se convirtió de este modo en un arma
en manos de los gobiernos contra la burguesía alemana, representaba además,
directamente, un interés reaccionario, el interés del pequeño burgués alemán [39]. La clase de
los pequeños burgueses, legada por el siglo XVI, y desde entonces renaciendo
sin cesar bajo diversas formas, constituye para Alemania la verdadera base
social del orden establecido.
Mantenerla es conservar en Alemania el orden establecido. La supremacia
industrial y política de la burguesía le amenaza con una muerte cierta: de una
parte, por la concentración de los capitales, y de otra, por el desarrollo de
un proletariado revolucionario. A la pequeña burguesía le pareció que el
"verdadero" socialismo podía matar los dos pájaros de un tiro. Y éste
se propagó como una epidemia. Tejido con los hilos de araña de la especulación,
bordado de flores retóricas y bañado por un rocío sentimental, ese ropaje
fantástico en que los socialistas alemanes envolvieron sus tres o cuatro
descarnadas "verdades eternas", no hizo sino aumentar la demanda de
su mercancía entre semejante público.
Por su parte, el socialismo alemán comprendió cada vez mejor que estaba
llamado a ser el representante pomposo de esta pequeña burguesía.
Proclamó que la nación alemana era la nación modelo y el mesócrata alemán
el hombre modelo. A todas las infamias de este hombre modelo les dio un sentido
oculto, un sentido superior y socialista, contrario a lo que era realidad. Fue
consecuente hasta el fin, manifestándose de un modo directo contra la tendencía
"brutalmente destructiva" del comunismo y declarando su imparcial
elevación por encima de todas las luchas de clases. Salvo muy raras
excepciones, todas las obras llamadas socialistas y comunistas que circulan en
Alemania pertenecen a esta inmunda y enervante literatura [*7*].
2. EL SOCIALISMO CONSERVADOR
O BURGUÉS
Una parte de la burguesía desea remediar los males sociales con el fin de
consolidar la sociedad burguesa.
A esta categoría pertenecen los economistas, los filántropos, los
humanitarios, los que pretenden mejorar la suerte de las clases trabajadoras,
los organizadores de la beneficencia, los protectores de animales, los
fundadores de las sociedades de templanza, los reformadores domésticos de toda
suerte. Y hasta se ha llegado a elaborar este socialismo burgués en sistemas
completos.
Citemos como ejemplo la "Filosofía de la Misería", de Proudhon.
Los burgueses socialistas quieren perpetuar las condiciones de vida de la
sociedad moderna, pero sin las luchas y los peligros que surgen fatalmente de
ellas. Quieren perpetuar la sociedad actual, pero sin los elementos que la
revolucionan y descomponen. Quieren la burguesía sin el proletariado.
La
burguesía, como es natural, se representa el mundo en que ella domina como el
mejor de los mundos.
El socialismo burgués elabora en un sistema más o menos
completo esta representación consoladora. Cuando invita al proletariado a
realizar su sistema y a entrar en la nueva Jerusalén, no hace otra cosa, en el
fondo, que inducirle a continuar en la sociedad actual, pero despojándose de la
concepción odiosa que se ha formado de ella.
Otra forma de este socialismo, menos sistematica, pero más práctica,
intenta apartar a los obreros de todo movimiento revolucionario, demostrándoles
que no es tal o cual cambio político el que podrá beneficiarles, sino solamente
una transformacion de las condiciones materiales de vida, de las relaciones
económicas.
Pero, por transformación de las condiciones materisles de vida,
este socialismo no entiende, en modo alguno, la abolición de las relaciones de
producción burguesas -- lo que no es posible más que por vía revolucionaria --,
sino únicamente reformas administrativas realizadas sobre la base de las mismas
relaciones de producción burguesas, y que, por tanto, no afectan a las
relaciones entre el capital y el trabajo asalariado, sirviendo únicamente, en
el mejor de los casos, para reducirle a la burguesía los gastos que requiere su
dominio y para simplificarle la administración de su Estado.
El socialismo burgués no alcanza su expresión adecuada sino cuando se
convierte en simple figura retórica.
¡Libre cambio, en interés de la clase obrera!. ¡Aranceles protectores, en
interés de la clase obrera!
¡Prisiones celulares, en interés de la clase
obrera! He ahí la última palabra del socialismo burgués, la única que ha dicho
seriamente.
El socialismo burgués se resume precisamente en esta afirmación: los
burgueses son burgueses en interés de la clase obrera.
3. EL SOCIALISMO Y EL
COMUNISMO CRÍTICO-UTÓPICOS
No se trata aquí de la literatura que en todas las grandes revoluciones
modernas ha formulado las reivindicaciones del proletariado (los escritos de
Babeuf, etc.).
Las primeras tentativas directas del proletariado para hacer prevalecer sus
propios intereses de clase, realizadas en tiempos de efervescencia general, en
el período del derrumbamiento de la sociedad feudal, fracasaron necesariamente,
tanto por el débil desarrollo del mismo proletariado como por la ausencia de
las condiciones materiales de su emancipación, condiciones que surgen sólo como
producto del advenimiento de la época burguesa. La literatura revolucionaria
que acompaña a estos primeros movimientos del proletariado, era forzosamente,
por su contenido, reaccionaria. Preconizaba un ascetismo general y un burdo
igualitarismo.
Los sistemas socialistas y comunistas propiamente dichos, los sistemas de
Saint-Simón, de Fourier, de Owen, etc., hacen su aparición en el período
inicial y rudimentario de la lucha entre el proletariado y la burguesía,
período descrito anteriormente. (Véase "Burgueses y proletarios".)
Los inventores de estos sistemas, por cierto, se dan cuenta del antagonismo
de las clases, así como de la acción de los elementos destructores dentro de la
misma sociedad dominante. Pero no advierten del lado del proletariado ninguna
iniciativa histórica, ningún movimiento político que le sea propio.
Como el desarrollo del antagonismo de clases va a la par con el desarrollo
de la industria, ellos tampoco pueden encontrar las condiciones materiales de
la emancipación del proletariado, y se lanzan en busca de una ciencia social,
de unas leyes sociales que permitan crear esas condiciones.
En lugar de la acción social tienen que poner la acción de su propio
ingenio; en lugar de las condiciones históricas de la emancipación, condiciones
fantásticas; en lugar de la organización gradual del proletariado en clase, una
organización de la sociedad inventada por ellos. La futura historia del mundo
se reduce para ellos a la propaganda y ejecución práctica de sus planes
sociales.
En la confección de sus planes tienen conciencia, por cierto, de defender
ante todo los intereses de la clase obrera, por ser la clase que más sufre. El
proletariado no existe para ellos sino bajo el aspecto de la clase que más
padece.
Pero la forma rudimentaria de la lucha de clases, así como su propia
posición social, les lleva a considerarse muy por encima de todo antagonismo de
clase. Desean mejorar las condiciones de vida de todos los miembros de la
sociedad, incluso de los más privilegiados. Por eso, no cesan de apelar a toda la
sociedad sin distinción, e incluso se dirigen con preferencia a la clase
dominante. Porque basta con comprender su sistema, para reconocer que es el
mejor de todos los planes posibles de la mejor de todas las sociedades
posibles.
[Los socialistas no-científicos:]
Repudian por eso, toda acción política, y en particular, toda acción
revolucionaria; se proponen alcanzar su objetivo por medios pacíficos,
intentando abrir camino al nuevo evangelio social valiéndose de la fuerza del
ejemplo, por medio de pequeños experimentos, que, naturalmente, fracasan
siempre.
Estas fantásticas descripciones de la sociedad futura, que surgen en una
época en que el proletariado, todavía muy poco desarrollado, considera aún su
propia situación de una manera también fantástica, corresponden a [40] las primeras
aspiraciones instintivas de los obreros hacia una completa transformación de la
sociedad.
Más estas obras socialistas y comunistas encierran también elementos
críticos. Atacan todas las bases de la sociedad existente. Y de este modo han
proporcionado materiales de un gran valor para instruir a los obreros. Sus
tesis positivas referentes a la sociedad futura [41], tales como la
desaparición del contraste entre la ciudad y el campo [42], la abolición
de la familia, de la ganancia privada y del trabajo asalariado, la proclamación
de la armonía social y la transformación del Estado en una simple
administración de la producción; todas estas tesis no hacen sino enunciar la
desaparición del antagonismo de las clases, antagonismo que comienza solamente
a perfilarse y del que los inventores de sistemas no conocen todavía sino las
primeras formas indistintas y confusas. Así, estas tesis tampoco tienen más que
un sentido puramente utópico.
La importancia del socialismo y del comunismo crítico utópicos está en
razón inversa al desarrollo histórico. A medida que la lucha de clases se
acentúa y toma formas más definidas, el fantástico afán de abstraerse de ella,
esa fantástica oposición que se le hace, pierde todo valor práctico, toda
justificación teórica. He ahí por qué si en muchos aspectos los autores de esos
sistemas eran revolucionarios, las sectas formadas por sus discípulos son
siempre reaccionarias, pues se aferran a las viejas concepciones de sus
maestros, a pesar del ulterior desarrollo histórico del proletariado. Buscan,
pues, y en eso son consecuentes, embotar la lucha de clases y conciliar los
antagonismos.
Continúan soñando con la experimentación de sus utopías sociales;
con establecer falansterios aislados, crear colonias interiores en sus países o
fundar una pequeña Icaria [*8*], edición en
dozavo de la nueva Jerusalén. Y para la construcción de todos estos castillos
en el aire se ven forzados a apelar a la filantropía de los corazones y de los
bolsillos burgueses. Poco a poco van cayendo en la categoría de los socialistas
reaccionarios o conservadores descritos más arriba y sólo se distinguen de
ellos por una pedantería más sistemática y una fe supersticiosa y fanática en
la eficacia milagrosa de su ciencia social.
Por eso, se oponen con encarnizamiento a todo movimiento político de la
clase obrera, pues no ven en él sino el resultado de una ciega falta de fe en
el nuevo evangelio.
Los owenistas, en Inglaterra, reaccionan contra los cartistas, y los
fourieristas, en Francia, contra los reformistas [43].
- IV -
ACTITUD DE LOS COMUNISTAS ANTE
LOS DIFERENTES PARTIDOS DE OPOSICIÓN
Después de lo dicho en el Capítulo II, la posición de los comunistas ante
los partidos obreros ya construidos se explica por sí misma, y por tanto su
posición ante los cartistas de Inglaterra y los partidarios de la reforma
agraria en América del Norte.
Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de
la clase obrera; pero, al mismo tiempo representan y defienden también, dentro
del movimiento actual, el porvenir de ese movimiento. En Francia, los
comunistas se suman al Partido Socialista Democrático [*9*] contra la
burguesía conservadora y radical, sin renunciar, sin embargo, al derecho de
criticar las ilusiones y la fraseología legadas por la tradición
revolucionaria.
En Suiza apoyan a los radicales, sin desconocer que este partido se compone
de elementos contradictorios, en parte de socialistas democráticos, al estilo
francés, y en parte de burgueses radicales.
Entre los polacos, los comunistas apoyan al partido que ve en una
revolución agraria la condición de la liberación nacional; es decir, al partido
que provocó en 1846 la insurrección de Cracovia.
En Alemania, el Partido Comunista lucha de acuerdo con la burguesía, en
tanto que ésta actúa revolucionariamente contra la monarquía absoluta, la
propiedad territorial feudal y la pequeña burguesía reaccionaria.
Pero jamás, en ningún momento, se olvida este partido de inculcar a los
obreros la más clara conciencia del antagonismo hostil que existe entre la
burguesía y el proletariado, a fin de que los obreros alemanes sepan convertir
de inmediato las condiciones sociales y políticas que forzosamente ha de traer consigo
la dominación burguesa en otras tantas armas contra la burguesía, a fin de que,
tan pronto sean derrocadas las clases reaccionarias en Alemania, comience
inmediatamente la lucha contra la misma burguesía.
Los comunistas fijan su principal atención en Alemania, porque Alemania se
halla en vísperas de una revolución burguesa y porque llevará a cabo esta
revolución bajo las condiciones más progresivas de la civilización europea en
general, y con un proletariado mucho más desarrollado que el de Inglaterra en
el siglo XVII y el de Francia en el siglo XVIII, y, por lo tanto, la revolución
burguesa alemana no podrá ser sino el preludio inmediato de una revolución
proletaria.
En resumen, los comunistas apoyan por doquier todo movimiento
revolucionario contra el régimen social y político existente.
En todos estos movimientos ponen en primer término, como cuestión
fundarnental del movimiento, la cuestión de la propiedad, cualquiera que sea la
forma más o menos desarrollada que ésta revista.
En fin, los comunistas trabajan en todas partes por la unión y el acuerdo
entre los partidos democráticos de todos los países.
Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman
abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la
violencia todo el orden social existente. Que las clases dominantes tiemblen
ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en
ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar.
¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAISES,
UNIOS!
NOTAS
[1] En 1888 se publicó la edición inglesa del Manifiesto traducida por Samuel
Moore. Engels revisó personalmente la versión, escribió un prefacio y puso
algunas notas antes de su impresión.
[2] Referencia al "Proceso de los Comunistas en Colonia" (del 4 de octubre
al 12 de noviembre de 1852). El gobierno prusiano arrestó a 11 miembros de la
Liga de los Comunistas (1847-1852), la primera organización comunista
internacional, que había sido dirigida por Marx y Engels y con el Manifiesto
del Partido Comunista como su programa, siendo llevados a juicio con el
cargo de alta traición.
[3] Una cita del discurso de Bevan, presidente del Consejo de las Tradeuniones
de Swansea, celebrado como un congreso anual de las tradeuniones y llevado a
cabo en esa ciudad en 1887. El diario Commonwealth (Bien Público ),
contenía una información del discurso de Bevan el 17 de septiembre de 1887.
[4] Woodhull and Claflin's Weekly, semanario
norteamericano publicado por la feminista burguesa Victoria Woodhull y
Tennessee Claflin, en Nueva York entre 1870 y 1876. El semanario traía una
versión abreviada del Manifiesto del Partido Comunista, el 30 de diciembre de
1871.
[6] La traducción danesa aquí citada -- K. Marx og F. Engels: Det
Kommunistiske Manifest, København, 1885 --, contiene algunas omisiones e
inexactitudes, que Engels señaló en el prólogo de la edición alemana de 1890
del Manifiesto.
[7] La fecha que se citó no es exacta. La traducción francesa a que se refiere
fue hecha por Laura Lafargue. Esta fue publicada en Le Socialiste desde
el 29 de agosto al 7 de noviembre de 1885 y también impresa como un apéndice a La
France Socialiste (La Francia Socialista ), de Mermeix, Paris, 1886.
Le Socialiste, semanario fundado en París por Jules Guesde en 1885. Hasta principios de
1902, era un órgano del Partido Obrero Francés; se convirtió en el órgano del
Partido Socialista de Francia desde 1902 a 1905 y del Partido Socialista
Francés desde 1905 adelante. Engels colaboró en el semanario en las últimas dos
décadas del siglo pasado.
[8] La traducción española apareció en El Socialista, de julio a agosto
de 1886 y también se publicó como folleto en ese mismo año.
El Socialista, órgano del Partido Socialista Obrero Español, era una publicación semanal
que se publicó en Madrid desde 1885.
[9] Este axioma había sido planteado por Marx y Engels en una serie de sus
trabajos desde 1840. Las formulaciones a que aquí se refieren pueden ser
encontradas en los "Estatutos Generales de la Asociación Internacional de
los Trabajadores".
[10] En la edición inglesa de 1888, revisada por Engels, a las palabras
"éxito político" se ha añadido "de esta clase".
[11] En la edición inglesa de 1888, a las palabras "república urbana
independiente" se ba añadido "(como en Italia y en Alemania)", y
a las palabras "tercer estado tributario de la monarquía" las
palabras "(como en Francia)".
[14] En la edición alemana de 1872 y en las ediciones alemanas posteriores de
1883 y 1890 las palabras "de la civilización burguesa y" han sido
omitidas.
[15] En sus escritos posteriores, Marx y Engels, en lugar de "valor del trabajo"
y "precio del trabajo", utilizaron "valor de la fuerza de
trabajo" y "precio de la fuerza de trabajo", como también otros
conceptos más precisos, anteriormente introducidos por Marx.
[17] En la edición inglesa de 1888 en lugar de esta frase dice "Ellos
dirigen sus ataques no contra las relaciones burguesas de producción; sino
contra los mismos instrumentos de producción".
[18] En la edición inglesa de 1888, después de la palabra
"coaliciones" ha sido añadido "(tradeuniones)".
[19] En la edición inglesa de 1888, en lugar de "elementos de su propia
educación" dice "elementos de su propia educación política y
general".
[20] En la edición inglesa de 1888, en lugar de "elementos de
educación" dice "elementos de ilustración y progreso".
[21] En la edición inglesa de 1888, a las palabras "el movimiento
independiente" se ha añadido "y consciente".
[22] En la edición inglesa de 1888, las palabras "la acumulación de la
riqueza en manos de particulares" han sido omitidas.
[24] En la edición inglesa de 1888, en lugar de "el sector más
resuelto" dice "el sector más avanzado y más resuelto".
[25] En la edición inglesa de 1888, en lugar de "la explotación de los unos
por los otros" dice "la explotación de la mayoría por la
minoría".
[26] En la edición inglesa de 1888, a las palabras "en propiedad
burguesa" se ha añadido "en capital".
[27] En la edición inglesa de 1888, en lugar de "elevarse a la condición de
clase nacional" dice "elevarse a la condición de clase dirigente de
la nación".
[28] En la edición alemana de 1872 y en las ediciones alemanas posteriores de
1883 y 1890, en lugar de "en el dominio de la conciencia." dice
"en el dominio del saber".
[30] En la edición inglesa de 1888, a las palabras "se sobrepasarán a sí
mismas" se ha añadido "exigiendo ulteriormente atacar al viejo orden
social".
[31] En la edición alemana de 1872 y las ediciones alemanas posteriores de 1883
y 1890, en lugar de "la oposición" dice "las diferencias".
[32] En la edición inglesa de 1888, en lugar de este artículo dice:
"9. Combinación de la agricultura y la industria; abolición gradual
de las diferencias entre la ciudad y el campo, mediante la distribución más
equilibrada de la población en el país."
[33] En la edición alemana de 1872 y en las ediciones alemanas posteriores de
1883 y 1890, en lugar de "las condiciones para la existencia del
antagonismo de clase y de las clases en general" dice "las
condiciones para la existencia del antagonismo de clase, y las clases en
general".
[34] Los legitimistas eran los sostenedores de la dinastia de los Borbones que
fueton destronados en 1830 y que representaba el interes hereditario de los
grandes terratenientes. En la lucha en contra de la dinastía de Orleans, que
fue sostenida por la aristocracia financiera y la gran burguesia, una parte de
los legitimistas frecuentemente recurrían a una suerte de demagogia social y
pretendían ser los protectores de la clase trabajadora en contra de la
explotación de la burguesía.
"Joven Inglaterra", un
grupo de políticos ingleses y hombres de letras que pertenecían al Partido
Tory. Se organizaron a principios de 1840. Los representantes de la "Joven
Inglaterra" reflejaban el descontento de la aristocracia de la tierra que
se oponía al crecimiento de las fuerzas económicas y políticas de la burguesía.
Ellos recurrieron a métodos demagógicos, con miras a poner a la clase trabajadora
bajo su influencia y usarla finalmente para combatir a los burgueses.
[35] En la edición alemana de 1848, en lugar de "socialismo cristiano"
dice "socialismo sagrado y actual".
[36] En la edición inglesa de 1888, este último párrafo dice así:
"Finalmente, cuando hechos históricos irrefutables desvanecieron todos los
efectos embriagadores de las falsas ilusiones, esta forma de socialismo acabó
en un miserable abatimiento."
[37] En la edición alemana de 1872 y en las ediciones alemanas posteriores de
1883 y 1890, las palabras "sobre la sociedad verdadera" han sido
omitidas.
[39] En la edición inglesa de 1888, las expresiones "pequeño burgués
alemán" y "pequeña burguesía alemana" han sido sustituidas, en
el apartado relativo al socialismo "verdadero", por las expresiones
"filisteos alemanes" y "filisteo pequeñoburgués alemán".
[40] En la edición alemana de 1872 y las ediciones alemanas posteriores de 1883
y 1890, en lugar de "corresponden a" dice "provienen de".
[41] En la edición inglesa de 1888, en lugar de "Sus tesis positivas
referentes a la sociedad futura" dice "Las medidas prácticas
propuestas en ellas".
[42] En la edición inglesa de 1888, en lugar de "del contraste entre la
ciudad y el campo" dice "de la diferencia entre la ciudad y el
campo".
[43] Se refiere a los partidarios del periódico La Reforme, órgano del
Partido Socialista Democrático. Ellos propugnaban el establecimiento de una
república y llevar a cabo las reformas democráticas sociales.
OBSERVACIONES
[*1*]
Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos,
propietarios de los medios de produccion social, que emplean el trabajo
asalariado. Por proletarios se comprende a la clase de los trabajadores
asalariados modernos, que, privados de medios de producción propios, se ven
obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir (Nota de F.
Engels a la edición inglesa de 1888.)
[*2*]
Es decir, la historia escrita. En 1847, la historia de la organización
social que precedió a toda la historia escrita, la prehistoria, era casi
desconocida. Posteriormente, Haxthausen ha descubierto en Rusia la propiedad
comunal de la tierra; Maurer ha demostrado que ésta fue la base social de la
que partieron históricamente todas las tribus teutonas, y se ha ido
descubriendo poco a poco que la comunidad rural, con la posesión colectiva de
la tierra, es o ha sido la forma primitiva de la sociedad, desde las Indias
hasta Irlanda. La organización interna de esa sociedad comunista primitiva ha
sido puesta en claro, en lo que tiene de típico, con el culminante
descubrimiento hecho por Morgan de la verdadera naturaleza de la gens y
de su lugar en la tribu. Con la disolución de estas comunidades
primitivas comenzó la división de la sociedad en clases distintas y,
finalmente, antagónicas. He intentado analizar este proceso en la obra
"Der Ursprung der Familie, des Privateigenthums und des Staats"
["El origen de la familia, de la propiedad privada, y del Estado".]
2a ed., Stuttgart, 1886 (Nota de F. Engels a la edición inglesa de 1888. La
última frase de esta nota ha sido omitida en la edición alemana de 1890.)
[*3*] Zunftbürger, esto es, miembro de un gremio con todos los derechos,
maestro del mismo, y no su dirigente (Nota de F. Engels a la edición inglesa
de 1888.)
[*4*]
"Comunas" se llamaban en Francia las ciudades nacientes todavía antes
de arrancar a sus amos y señores feudales la autonomía local y los derechos
políticos como "tercer estado". En términos generales, se ha tomado
aquí a Inglaterra como pais típico del desarrollo económico de la burguesía y a
Francia como país típico de su desarrollo político. (Nota de F. Engels a la
edición inglesa de 1838.)
Así denominaban los habitantes de las ciudades de Italia y Francia a sus comunidades urbanas, una vez comprados o arrancados a sus señores feudales los primeros derechos de autonomía. (Nota de F. Engels a la edición alemana de 1890.)
Así denominaban los habitantes de las ciudades de Italia y Francia a sus comunidades urbanas, una vez comprados o arrancados a sus señores feudales los primeros derechos de autonomía. (Nota de F. Engels a la edición alemana de 1890.)
[*5*]
No se trata aquí de la Restauración inglesa de 1660-1689, sino de la francesa
de 1814-1830. (Nota de F. Engels a la edición inglesa de 1888.)
[*6*]
Esto se refiere en primer término a Alemania, donde los terratenientes
aristócratas y los "junkers" cultivan por cuenta propia gran parte de
sus tierras con ayuda de administradores, y poseen, además, grandes fábricas de
azúcar de remolacha y destilerías de alcohol de patatas. Los más acaudalados
aristócratas británicos todavía no han llegado a tanto; pero también ellos
saben cómo pueden compensar la disminución de la renta, cediendo sus nombres a
los fundadores de toda clase de sociedades anónimas de reputación más o menos
dudosa. (Nota de F. Engels a la edición inglesa de 1888.)
[*7*] La tormenta revolucionaria de 1848 barrió esta miserable escuela y ha
quitado a sus partidarios todo deseo de seguir haciendo socialismo. El
principal representante y el tipo clásico de esta escuela es el señor Karl
Grün. (Nota de F. Engels a la edición alemana de 1890.)
[*8*]
Falansterios se llamaban las colonias socialistas proyectadas por Carlos
Fourier. Icaria era el nombre dado por Cabet a su país utópico y más
tarde a su colonia comunista en America. (Nota de F. Engels a la edición
inglesa de 1888.) Owen llamó a sus sociedades comunistas modelo
"home-colonies" (colonias interiores). El falansterio era el nombre
de los palacios sociales proyectados por Fourier. Llamábase Icaria el país
fantástico-utópico, cuyas instituciones comunistas describía Cabet. (Nota de
F. Engels a la edición alemana de 1890.)
[*9*]
Este partido estaba representado en el parlamento por Ledru-Rollin, en la
literatura por Luis Blanc y en la prensa diaria por La Réforme. El
nombre de Socialista Democrático significaba, en boca de sus inventores, la
parte del Partido Democrático o Republicano que tenía un matiz más o menos
socialista. (Nota de F. Engels a la edición inglesa de 1888.)
Lo que se llamaba entonces en Francia el Partido Socialista Democrático estaba representado en política por Ledru-Rollin y en la literatura por Luis Blanc; hallábase, pues, a cien mil leguas de la socialdemocracia alemana de nuestro tiempo. (Nota de F. Engels a la edición alemana de 1890.)
Lo que se llamaba entonces en Francia el Partido Socialista Democrático estaba representado en política por Ledru-Rollin y en la literatura por Luis Blanc; hallábase, pues, a cien mil leguas de la socialdemocracia alemana de nuestro tiempo. (Nota de F. Engels a la edición alemana de 1890.)