17.8.12
LA DIMENSION ESTETICA - HERBERT MARCUSE
La dimensión estética
Herbert
Marcuse
Obviamente, la dimensión estética
no puede hacer válido ningún principio de la realidad. Como la imaginación, que
es su facultad mental constitutiva, el campo de la estética es esencialmente
«irrealista»: se ha conservado libre en relación con el principio de la
realidad al precio de carecer de efectividad en la realidad. Los valores
estéticos pueden funcionar en la vida como adorno y elevación cultural o como
afición particular. pero vivir con estos valores es el privilegio del genio o
la marca de los bohemios decadentes. Ante la corte de la razón teórica y
práctica, que le ha dado forma al mundo del principio de actuación, la
existencia estética está condenada. Sin
embargo, nosotros trataremos de mostrar que este concepto de la estética es el
resultado de una represión cultural de los contenidos y verdades que se oponen
al principio de actuación.
Trataremos de deshacer teóricamente esta
represión recordando el sentido original y la función de la estética.
Esta tarea envuelve la comprobación de la
relación interior entre el placer, la sensualidad. la belleza, la verdad, el
arte y la libertad una relación revelada en la historia filosófica del término
estético. En ella, el término aspira a un campo que preserva la verdad de los
sentidos y reconcilia. En la realidad de la libertad, las facultades
«inferiores» y «superiores» del hombre: la sensualidad y el intelecto, el
placer y la razón.
Reduciremos la discusión al período dentro del que el
significado del término estético fue determinado: la segunda mitad del
siglo XVIII.
En la filosofía de Kant, el antagonismo básico
entre el sujeto y el objeto se refleja en la dicotomía entre las facultades
mentales: la sensualidad y el intelecto (la comprensión); el deseo y el
conocimiento, la razón práctica y la teórica. La razón práctica constituye la
libertad bajo reglas morales dadas por el hombre mismo para alcanzar fines
(morales); la razón teórica la constituye la naturaleza bajo las leyes de la
causalidad. El campo de la naturaleza es totalmente diferente del campo de la
libertad: ninguna autonomía subjetiva puede irrumpir dentro de las leyes de la
casualidad y ningún dato de los sentidos puede determinar la autonomía del
sujeto (porque de otra manera el sujeto no sería libre). Sin embargo, la
autonomía del sujeto existe para tener un «efecto» en la realidad objetiva y
los fines que el sujeto establece para sí mismo deben ser reales.
Así, el campo
de la naturaleza debe ser susceptible» a la legislación de la libertad; debe
existir una dimensión intermedia en la que los dos se encuentran, Una tercera
«facultad» debe mediar entre la razón teórica y la práctica una facultad que
trae consigo una «transición» del campo de la naturaleza al de la libertad y
liga las facultades altas y bajas. aquella que corresponden al deseo y aquellas
que corresponden al conocimiento.2 Esta tercera facultad es la del juicio. Una
división tripartita de la mente yace bajo la dicotomía inicial.
Mientras la
razón teórica (la comprensión) provee los principios de conocimiento a priori,
y la razón práctica los del deseo (la voluntad), la facultad de juicio media
entre los dos gracias a las sensaciones de dolor y placer. Combinado con la
sensación de placer. el juicio es estético, y su campo de aplicación es el arte.
Abreviada crudamente, ésta es la derivación
clásica de la función estética de Kant en su introducción de la Crítica del
juicio. La oscuridad de su exposición se debe en gran parte al hecho de
que mezcla el significado original de estético (perteneciente a los
sentidos) con la nueva connotación (perteneciente a la belleza, especialmente
en el arte), que había triunfado definitivamente durante le propio período de
Kant.
Aunque este esfuerzo por recapturar el contenido irreprimido se agota en
sí mismo dentro de los rígidos límites establecidos por su método
trascendental, su concepción provee todavía la mejor guía para comprender el
panorama total de la dimensión estética.
En la
Crítica del juicio, la dimensión estética y
el correspondiente sentimiento de placer aparecen no sólo como una tercera
dimensión y facultad de la mente, sino como su centro, como el medio a través
del cual la naturaleza llega a ser susceptible a la libertad, la necesidad a la
autonomía. En esta mediación, la dimensión estética es «simbólica». El famoso
párrafo 59 de la Crítica
es titulado «De la belleza como símbolo de la moral. En el sistema de
Kant, la moral es el campo de la libertad, en el que la razón práctica se
realiza a sí misma bajo leyes que ella misma se da. La belleza simboliza este
campo en tanto que demuestra intuitivamente la realidad de la libertad. Puesto
que la libertad es una idea a la que no puede corresponder ninguna percepción
de los sentidos, tal demostración sólo puede ser «indirecta», simbólica, per
analogiam.
Nosotros trataremos de elucidar ahora el terreno de esta
extraña analogía, que es al mismo tiempo el terreno en el que la función
estética liga las «bajas» facultades de la sensualidad (Sinnlichkeit)
con la moral. Antes de hacer eso, deseamos recordar el contexto en el que el
problema de la estética llega a ser agudo.
Nuestra definición del carácter
histórico, específico del principio de la realidad establecido lleva a una
reconsideración de lo que Freud estima su validez universal. Nosotros dudamos
de esta validez en vista de la posibilidad histórica de abolir los controles
represivos impuestos por la civilización. Los mismos logros de esta
civilización parecen anular la utilidad del principio de actuación, hacen
arcaica la utilización represiva de los instintos.
Pero la idea de una
civilización no represiva sobre la base de los logros del principio de
actuación chocó con el argumento de que la liberación instintiva (y
consecuentemente la liberación total) harían explotar a la civilización misma,
puesto que ésta última es mantenida sólo mediante la renunciación y el trabajo
-en otras palabras, mediante la utilización represiva de la energía instintiva.
Libre de estas restricciones, el hombre existiría sin trabajo y sin orden,
regresaría a la naturaleza, que destruiría la cultura.Para enfrentar este
argumento, recordamos ciertos arquetipos de la imaginación que, en contraste
con los héroes culturales de la productividad represiva, simbolizan la
receptividad creadora. Estos arquetipos representan la realización del hombre y
la naturaleza, no a través de la dominación y la explotación, sino mediante la
liberación de las fuerzas libidinales inherentes.
Luego nos impulsamos la tarea
de «verificar» estos símbolos -esto es, demostrar su verdadero valor como
símbolos de un principio de la realidad más allá del principio de
actuación. Pensamos que el contenido representativo de las imágenes órficas y
narcisistas era la reconciliación (unión) erótica del hombre y la naturaleza en
la actitud estética, donde el orden es belleza y el trabajo juego.
El siguiente
paso fue eliminar la distorsión de la actitud estética dentro de la atmósfera
irreal del museo o de la bohemia. Con este propósito en la mente, tratamos de
volver a capturar el contenido total de la dimensión estética buscando su
legitimación filosófica. Encontramos que, en la filosofía de Kant, la dimensión
estética ocupa la posición central entre la sensualidad y la moral -los dos
polos de la existencia humana. Siendo así, la dimensión estética debe contener
principios válidos para ambos campos.
La experiencia básica en esta dimensión es sensual antes
que conceptual; la percepción estética es esencialmente intuición, no noción.3
La naturaleza de la sensualidad es la «receptividad». el conocimiento mediante
el hecho de ser afectados por objetos dados. Es gracias a su relación
intrínseca con la sensualidad que la función estética asume su posición
central. La percepción estética está acompañada del placer.4 Este placer se
deriva de la percepción de la forma pura de un objeto, independientemente de su
«materia» y de sus «propósitos» (internos o externos).
Tal representación es el
trabajo (o mejor el juego) de la imaginación.Como imaginación, la
percepción estética es sensualidad y al mismo tiempo algo más que sensualidad (la
«tercera» facultad básica): da placer y es por tanto esencialmente subjetiva,
pero en tanto que este placer está constituido por la forma pura del objeto
mismo. acompaña a la percepción estética universal y necesariamente -para cualquier
sujeto que la perciba. Aunque sensual y por tanto receptiva, la
imaginación estética es creadora: en una libre síntesis propia, constituye la belleza.
En la imaginación estética, la sensualidad genera principios universalmente
válidos para un orden objetivo.
Las dos categorías principales que definen este
orden son la «determinación sin propósito y la «legalidad sin ley Ellos
circunspección, más allá del contexto kantiano, la esencia de un verdadero
orden no represivo. La primera define la estructura de la belleza. la segunda
la de la libertad, su carácter común es la gratificación dentro del libre juego
de las potencialidades liberadas del hombre y la naturaleza.
Kant desarrolla
estas categorías sólo como un proceso de la mente pero el impacto de su teoría
sobre sus contemporáneos fue mucho más allí de las fronteras establecidas por
su filosofía trascendental; unos cuantos años después de la publicación de la Crítica del
juicio, Schiller derivó de la concepción de Kant la noción de una nueva
forma de civilización.
Para Kant la «determinación sin propósito» (la
determinación formal) es la forma en la que el objeto aparece en su
representación estética. Sea lo que sea el objeto (cosa o flor, animal u
hombre) es representado y juzgado no en términos de su utilidad, ni de acuerdo
con cualquier propósito al cual puede servir, ni tampoco en vista de su
finalidad y terminación interna En la imaginación estética, el objeto es
representado más bien libre de todas esas relaciones y propiedades, siendo
libremente él mismo.
La experiencia en la que el objeto es «dado» así es
totalmente diferente de la experiencia de todos los días, tanto como de la
científica; todos los lazos entre el objeto y el mundo de la razón teórica y
práctica son rotos, o más bien suspendidos. Esta experiencia, que libera al
objeto dentro de su ser «libre», es la obra del libre juego de la imaginación.
El sujeto y el objeto llegan a ser libres en un nuevo sentido. De este cambio
radical en la actitud hacia el ser se obtiene una nueva calidad de placer.
generada por la forma en la que el objeto se revela ahora a sí mismo. Su «forma
pura» sugiere una unidad de lo múltiple un ritmo de movimientos y relaciones
que opera bajo sus propias leyes -la pura manifestación de su «estar ahí de su
existencia. Ésta es la manifestación de la belleza. La imaginación llega a
estar de acuerdo con las nociones cognoscitivas de la comprensión, y este
acuerdo establece una armonía de las facultades mentales que es la respuesta
placentera a la libre armonía del objeto estético.
El orden de la belleza ,es
el resultado del orden que gobierna el juego de la imaginación. Este doble
orden está de acuerdo con leyes, pero son leyes libres en sí mismas: no son
sobre impuestas y no fortalecen el logro de fines y propósitos específicos-,
son la pura forma de la misma existencia. La adecuación a la ley» estética liga
a la Naturaleza
con la Libertad,
al Placer con la Moral. El
juicio estético es, con respecto al sentimiento de placer o de dolor, un
principio constitutivo. La espontaneidad en el juego de las facultades
cognoscitivas, la armonía de las cuales contiene la base del placer, hace al
concepto (de la determinación de la naturaleza) el lazo mediador entre el campo
conceptual de la naturaleza y el de la libertad..., mientras, al mismo tiempo
esta espontaneidad promueve la susceptibilidad de la mente a los sentimientos
morales.7
Para Kant, la dimensión estética es el medio
dentro del que se encuentran los sentidos y el intelecto. La mediación lograda
por la imaginación, que es la «tercera»facultad mental. Más aún, la dimensión
estética es también el medio en el que se encuentran la naturaleza y la
libertad. Esta doble mediación es necesaria al agudo conflicto, generado por el
progreso de la civilización, entre las facultades bajas y altas del hombre -el
progreso logrado mediante la subyugación de las facultades sensuales a la
razón, y mediante su utilización represiva para las necesidades sociales. El
esfuerzo filosófico por mediar, en la dimensión estética, entre la sensualidad
y la razón, aparece así como un intento de reconciliar las dos esferas de la
existencia humana que fueron separadas por el represivo principio de la
realidad. La función mediadora es llevada a cabo por la facultad estética, lo
que equivale a decir por la sensualidad, perteneciente a los sentidos.
Consecuentemente, la reconciliación estética implica un fortalecimiento de la
sensualidad contra la tiranía de la razón y, finalmente, inclusive tiende a
liberar a la sensualidad de la dominación represiva de la razón.
En realidad, cuando sobre la base de la teoría de
Kant, la función estética llega a ser el tema central de la filosofía de la
cultura, es empleada para demostrar los principios de una civilización no
represiva, en la que la razón sensual y la sensualidad racional. Las cartas
sobre la educación estética del hombre, de Séller (1795), escritas en su
mayor parte bajo el impacto de la critica del juicio, aspiran a
rehacer la civilización mediante la fuerza liberadora de la función estética:
ésta es concebida conteniendo la posibilidad de un nuevo principio de la
realidad.
La lógica interior de la tradición del
pensamiento de occidente llevó a Séller a definir el nuevo principio de la
realidad, y la nueva experiencia que le corresponde, como estética.
Nosotros hemos subrayado que el término originalmente designa “perteneciente a
los sentidos” con énfasis en su función cognoscitiva. Bajo el predominio del
racionalismo, la función cognoscitiva de la sensualidad ha sido minimizada
constantemente.
De acuerdo con el concepto represivo de razón, el
conocimiento llegó a ser la preocupación última de las facultades «superiores».
no sensuales, de la mente; la estética fue absorbida por la lógica y la
metafísica. La sensualidad, como la facultad «inferior» e inclusive la «más
inferior», proporcionaba cuando más la materia prima, el material en crudo,
para el conocimiento, para que éste fuera organizado por las facultades altas
del intelecto.
El contenido y la validez de la función estética fueron
disminuidos. La sensualidad conservó un cierto grado de dignidad filosófica en
una posición epistemológica subordinada; aquellos de sus procesos que no tenían
lugar dentro de la epistemología racionalista -esto es, aquellos que estaban
más allá de la percepción pasiva de los datos- se quedaron sin lugar. La mayor
parte de estos conceptos y valores sin lugar fueron los de la imaginación: la
libre, creativa o reproductiva intuición de objetos que no son «dados»
directamente -la facultad de representar objetos sin que su ser esté
«presente».8 No había una estética, como ciencia de la sensualidad que
correspondiera a la lógica, como ciencia de la comprensión conceptual.
Pero alrededor de la mitad del siglo xviii, la estética apareció como una nueva
disciplina filosófica, como la teoría de la belleza y el arte: Alexander,
Baumgarten estableció el término en su uso moderno. El cambio de significado,
de «perteneciente a los sentidos» a «perteneciente a la belleza y el arte»
tiene un significado mucho más profundo del que corresponde a una innovación
académica.
La historia filosófica del término estética refleja
el tratamiento represivo del proceso cognoscitivo sensual (y por tanto
corporal). En esta historia, los fundamentos de la estética como disciplina
independiente anulan el papel represivo de la razón; los esfuerzos por
demostrar la posición central de la función estética y por establecerla como
una categoría existencial invocan los verdaderos valores inherentes a los
sentidos contra su depravación bajo el principio de la realidad prevalente. La
disciplina estética instala el orden de la sensualidad contra el
orden de la razón. Introducida a la filosofía de la cultura, esta noción
aspira a la liberación de los sentidos, quienes lejos de destruir la
civilización, le daría una base mas firme y aumentaría en gran medida sus
potencialidades. Operando bajo un impulso básico- el impulso del juego- la
función estética “aboliría la compulsión y colocaría al hombre, tanto moral
como físicamente, en la libertad”.
Armonizaría los sentimientos y afectos con
las ideas de la razón, privando a las “leyes de la razón de su compulsión
moral”, y “reconciliándolas con los intereses de los sentidos”
Se objetará que esta interpretación que conecta
al término filosófico sensualidad (como una facultad mental
cognoscitiva) con la liberación de los sentidos es un simple juego sobre una
ambigüedad etimológica; la raíz sens en sensuousness ya no
justifica la connotación de sensualidad. En alemán sensuousness y
sensualidad corresponden todavía al mismo término: Sinnlichkeit 10 Este
término connota gratificación instintiva (especialmente sexual) tanto como
perceptividad cognoscitiva de los sentidos Y representacion (sensación).
Esta
doble connotación se conserva en el lenguaje de todos los días tanto como en el
filosófico, y se conserva en el uso del término Sinnlichkeit para los
fundamentos de estética. Aquí, el término designa las facultades cognoscitivas
«inferiores» («opacas, «confusas*) del hombre más los «sentimientos de dolor y
placer»"sensaciones más afectos.11 En las Cartas sobre la educación
estética, el acento está dado en el carácter impulsivo. instintivo de la
función estética.12 Este contenido provee el material básico para la nueva
disciplina estética. Ésta es concebida como la “ciencia del conocimiento
sensual” -una «lógica de las bajas facultades cognoscitivas».13 La estética es
la «hermana» y al mismo tiempo la contrapartida de la lógica. La oposición al
predominio de la razón caracteriza a la nueva ciencia: «... no la razón, sino
la sensualidad (Sinnlichkeit) es el elemento constitutivo de verdad o
la falsedad estética. Lo que la sensualidad reconoce o puede representarlo como
verdad, inclusive si la razón lo objeta como falso.14
Y Kant afirma en sus conferencias sobre
antropología: « ... uno puede establecer leyes universales de la sensualidad (Sinnlichkeit)
del mismo modo que puede establecer leyes generales del entendimiento; la
lógica.»15 Los principios y verdades de la sensualidad proporcionan el
contenido de la estética, y «el objetivo y el propósito de la estética es el
perfeccionamiento del conocimiento sensual. Esta perfección es la belleza.»16
Aquí se da el paso que transforma a la estética, la ciencia de la sensualidad,
en la ciencia del arte, y el orden de la sensualidad en el orden del arte.
El destino etimológico de un término básico
raramente es un accidente. ¿Cuál es la realidad detrás del desarrollo
conceptual que va de sensuality (sensualidad) a sensuousness (sensibilidad,
conocimiento sensible) a arte (estética)? Sensuousness, el
término mediador, designa a los sentidos como fuentes u órganos del
conocimiento. Pero los sentidos no son exclusivamente, ni tampoco
originariamente, órganos de conocimiento.
Su función cognoscitiva está
confundida con su función estimulante de los apetitos (la sensualidad); ellos son
erógenos, y están gobernados por el principio del placer. De esta fusión de las
funciones cognoscitivas y las que estimulan el apetito se deriva el carácter
confuso, inferior, pasivo del conocimiento por los sentidos, que los hace
inadaptables al principio de la realidad, a no ser que estén sujetos y formados
por la actividad conceptual del intelecto, de la razón. Y en tanto que la
filosofía acepte las reglas y valores del principio de la realidad, la
aspiración de una sensualidad libre del dominio de la razón no encontrará lugar
en la filosofía; muy modificada ha encontrado refugio en la teoría del arte. La
verdad del arte es la liberación de la sensualidad mediante su reconciliación
con la razón: éste es el concepto central de la estética idealista clásica. En
el arte el pensamiento es materializado, y la materia
no es determinada exteriormente Por el Pensamiento, sino que es libre en sí
misma en tanto que lo natural, lo sensual, lo afectivo poseen su medida, su
propósito y se armonizan en sí mismos. Mientras la percepción y los
sentimientos se elevan a la universalidad del espíritu, el pensamiento no sólo
renuncia a su hostil contra la naturaleza, sino que se goza a sí mismo en la
naturaleza. El sentimiento, el gozo y el placer son sancionados y justificados,
de tal modo que la naturaleza y la libertad, la sensualidad y la razón,
encuentran en su unidad, su derecho y su gratificación.
El arte reta al principio de la razón
prevaleciente: al representar el orden de la sensualidad evoca una lógica
convertida en tabú -la lógica de la gratificación contra la de la represión.
Detrás de la forma estética sublimada se revela el contenido in sublimad-,
muestra el compromiso del arte con el principio del placer 18.
La investigación
de las raíces eróticas del arte juega un importante papel en el psicoanálisis;
sin embargo estas raíces están en las obras y la función del arte; antes que en
el artista. La forma estética es forma sensual -está constituida por el orden
de la sensualidad. Si la «perfección» del sentido de conocimiento es
definida como belleza, esta definición conserva todavía su conexión interior
con la gratificación instintiva. y el placer estético es todavía placer. Pero
el origen sensual es «reprimido», y la gratificación se encuentra en la
forma pura del objeto. Se sanciona la verdad no conceptual de los sentidos
como valor estético, y la libertad del principio de la realidad se otorga al
«libre juego» de la imaginación creadora. En ella se reconoce una realidad con
medidas muy diferentes. Mas, como esta otra realidad «libre» es atribuida al
arte y su experimentación a la actitud estética, es una realidad no
comprometida y no se relaciona con la existencia humana en la forma ordinaria
de vida es «irreal».
El intento de Schiller de deshacer la sublimación
de la función estética parte de la posición de Kant: sólo porque la imaginación
es una facultad central de la mente, sólo porque la belleza es una «condición
necesaria de la humanidad»,» la función estética puede jugar un papel deci.
sivo en la nueva modulación de la humanidad. Cuando Schiller escribió, la
necesidad de tal modulación parecía obvia; Herder y Schiller, Hegel y Novalis
desarrollaron en términos casi idénticos el concepto de enajenación. Conforme
la sociedad industrial empieza a tomar forma bajo el mando del principio de
actuación, su negatividad inherente cubre el análisis filosófico:... el gozo está separado del trabajo, los medios
del fin, el esfuerzo de la recompensa. Encadenado eternamente sólo a un pequeño
fragmento de la totalidad, el hombre, se ve a sí mismo sólo como un fragmento;
escuchando siempre sólo el monótono girar de la rueda que mueve, nunca
desarrolla la armonía de su ser, y, en lugar de darle forma a la humanidad que
yace en su naturaleza, llega a ser una mera estampa de su ocupación, de su
ciencia.20
Puesto que fue la civilización misma la que le
«infirió al hombre moderno esta herida», sólo una nueva forma de civilización
puede curarla. La herida es provocada por la relación antagónica entre las dos
dimensiones polares de la existencia humana. Schiller describe este antagonismo
en una serie de conceptos pareados: sensualidad y razón, materia y forma
(espíritu), naturaleza y libertad, lo particular y lo universal. Cada una de
las dos dimensiones es gobernada por un impulso básico: el «impulso
sensual» y el «impulso de la forma».21
El último es esencialmente pasivo, receptivo; el
primero activo, dominante. La cultura es construida mediante la combinación y
la interacción de estos dos impulsos. Pero en la sociedad establecida su
relación ha sido antagónica: en lugar de reconciliar ambos impulsos haciendo a
la sensualidad racional y a la razón sensual, la civilización ha subyugado la
sensualidad a la razón de tal manera que la primera, si se afirma a sí misma,
lo hace en formas destructivas y «salvajes», mientras la tiranía de la razón
empobrece y barbariza a la sensualidad. El conflicto debe ser resuelto si las
potencialidades humanas van a realizarse libremente a sí mismas. Puesto que
sólo los impulsos tienen la fuerza duradera que afecta fundamentalmente la
existencia humana, la reconciliación entre los dos impulsos debe ser obra de un
tercer impulso. Schiller define a este tercer impulso mediador como el
impulso del juego; éste es objetivo como la belleza y su meta es la libertad.
Nosotros trataremos ahora de rescatar el contenido total de la noción de
Schiller del benevolente tratamiento estético al que la interpretación
tradicional lo ha confinado.
La investigación busca la solución de un problema
«político»: la liberación del hombre de una condición existencial inhumana.
Schiller afirma que para resolver el problema político, «uno debe pasar por la
estética, pues aquello que conduce a la libertad es la belleza». El impulso del
juego el vehículo de esta liberación. El impulso no aspira a jugar «con algo;
más bien es el juego de la vida misma, más allá de la necesidad y la compulsión
externa -es la manifestación de una existencia sin miedo y ansiedad, y, así, es
la manifestación de la libertad misma. El hombre es libre sólo cuando está
libre del constreñimiento, externo e interno, físico y moral -cuando no está
constreñido ni por la ley ni por la necesidad.22 Pero tal constreñimiento es
-la realidad. La libertad es, así, en un sentido estricto, liberación de la
realidad establecida: el hombre es libre cuando la realidad pierde su seriedad»
y cuando su necesidad llega a ser ligera» (leicht). 23 «La mayor
estupidez y la más grande inteligencia tienen una cierta afinidad entre sí: las
dos sólo buscan lo real»; sin embargo, tal necesidad de un apego a lo
real es «solamente el resultado de la necesidad». En contraste, la
«indiferencia a la realidad» y el interés por el mero «espectáculo» (el
despliegue, Schein) son los pases para la liberación de la necesidad y
para llegar a una «verdadera expansión de la humanidad».24 En una civilización
humana genuina, la existencia humana sería juego antes que esfuerzo y el hombre
viviría en el despliegue, el fausto, antes que en la necesidad.
Estas ideas representan una de las posiciones más
adelantadas del pensamiento. Debe entenderse que la liberación de la realidad
que es descrita en ellas no es trascendental, «interior», o meramente
intelectual (como Schiller lo subraya explícitamente),» sino que es la libertad
en la realidad. La realidad que «pierde su seriedad» es la inhumana realidad de
la necesidad y el deseo insatisfecho, y pierde su seriedad cuando la necesidad
y el ser satisfechos sin trabajo enajenado. Entonces. el hombre es libre para
«jugar» con sus facultades y potencialidades y con las de la naturaleza, y sólo
«jugando» con ellas es libre. Su mundo entonces es el despliegue (Schein)
y su orden el de la belleza. Porque es la realización de la libertad, el juego
es más que la constreñida realidad física y moral: « ... el hombre
sólo* es serio con lo agradable, lo bueno, lo perfecto*. pero con la belleza
juega. » .26 Tal formulación sería un esteticismo» irresponsable si el campo
del juego fuera uno de ornamento, lujo y fiesta en un mundo de otro modo
represivo. Pero aquí la función estética es concebida como un principio que
gobierna toda la existencia humana y sólo puede hacerlo si llega a ser
«uníversal». La cultura estética presupone «una revolución total en las formas
de percepción y sentimiento»,27 y tal revolución sólo llega a ser posible si la
civilización ha alcanzado su más alta madurez física e intelectual. Sólo cuando
el «constreñimiento de la necesidad» sea reemplazada por el «constreñimiento de
lo superfluo» (la abundancia) la existencia humana será impulsada a «un libre
movimiento que es en sí mismo tanto el fin como los medios» 28 Liberado de las
presiones de los propósitos dolorosos y la actuación exigidas por la necesidad,
el hombre será restaurado dentro de la «libertad para ser lo que tendrá que
ser».» Pero lo que tendrá» que ser será la libertad misma: la libertad para
jugar. La facultad mental que ejercita esa libertad es la imaginación.30
Ella traza y proyecta las potencialidades de todo ser; liberada de su
esclavitud en la materia constreñida, aparece como formas puras». Como tal
constituye un orden propio; existe de acuerdo con las leyes de la belleza».31
Una vez que ha ganado realmente ascendencia como
un principio de civilización, el impulso del juego transformará literalmente la
realidad. La naturaleza, el mundo objetivo, será experimentada entonces
primariamente, ni dominando al hombre (como en la sociedad primitiva) ni siendo
dominada por él (como en la civilización establecida), sino más bien como un
objeto de «contemplación»32. Con este cambio en la experiencia básica y
formativa, el mismo objeto de experiencia cambia: liberada de la explotación
violenta y de la dominación, y configurada en su lugar por el impulso del
juego, la naturaleza será liberada también de su propia brutalidad y llegará a
ser libre para desplegar las riquezas de sus formas sin propósito, que expresan
la «vida interior» de sus objetos. 33 Y un cambio correspondiente tendrá lugar
en el mundo subjetivo. En el también, la experiencia estética detendrá la
violenta productividad dirigida a la explotación, que ha convertido al hombre
en un objeto de trabajo. Pero él no regresaría a un estado de pasividad
sufriente. Su existencia sería activa todavía, pero «lo que posee y produce ya
no necesitará tener los rasgos de la servidumbre, el terrible designio de su
propósito»,34 más allá de la necesidad y la ansiedad, la actividad humana llega
ser despliegue -la libre manifestación de sus potencialidades.
En este punto, la calidad explosiva de la
concepción de Schiller se ilumina. Él ha diagnosticado la enfermedad de la
civilización como el conflicto entre los dos impulsos básicos del hombre (el
impulso sensual y el de la forma); o más bien, como la violenta «solución» de
este conflicto: el establecimiento de la tiranía represiva de la razón sobre la
sensualidad. Consecuentemente, la reconciliación de los principios en conflicto
envolverá la anulación de esta tiranía -esto es, el restablecimiento de los
derechos de la sensualidad. La libertad tendrá que encontrarse en la liberación
de la sensualidad antes que en la razón, y en la limitación de las facultades
«superiores» en favor de las «inferiores». En otras palabras, la salvación de
la cultura envolvería la abolición de los controles represivos que la
civilización ha impuesto sobre la sensualidad. Y ésta es en realidad la idea
que se encuentra en la Educación
estética. Ella aspira a hacer descansar la moral en el terreno de la
sensualidad; 35 las leyes de la razón deben ser reconciliadas con los intereses
de los sentidos-36 el dominante impulso de la forma debe ser restringido: «la
sensualidad debe mantener su lugar triunfalmente, y resistir alegremente la
violencia que el espíritu (Geist) le infligirá por su actividad
usurpadora.» 37 Con toda seguridad, si la libertad ha de llegar a ser el
principio gobernante de la civilización. no sólo la razón, sino también el
«impulso sensual» necesitan una transformación restrictiva. La liberación
adicional de energía sensual debe adecuarse al orden universal de la libertad.
Sin embargo, cualquiera que sea el orden que tendrá que ser impuesto
sobre el impulso sensual- tendrá que ser, en sí mismo, una «operación de
libertad» 38 El mismo individuo libre debe provocar la armonía entre la
gratificación individual y la universal. En una civilización libre en verdad,
todas las leyes son auto impuestas por los individuos: «dar libertad por la
libertad es la ley universal del «estado estético»; » en una civilización libre
en verdad, “la voluntad de la totalidad» se realiza a sí misma sólo «a través
de la naturaleza del individuo»." El orden es libertad sólo si está
fundado y es mantenido por la libre gratificación de los individuos.
Pero el enemigo fatal de la gratificación
verdadera es el tiempo, la finitud interior, la brevedad de todas las
condiciones. Por tanto, la idea de una liberación humana integral contiene
necesariamente la visión de la lucha contra el tiempo. Hemos visto que las
imágenes órficas y narcisistas simbolizan la rebelión contra el paso del
tiempo, el desesperado esfuerzo por detener el fluir del tiempo - la naturaleza
conservadora del principio del placer. Si el «estado estético” va a ser
realmente el estado de la libertad, debe, por último, derrotar al curso
destructivo del tiempo. Éste es el único signo de una civilización no
represiva. Así, Schiller atribuye al impulso liberador del juego la función de
«abolir al tiempo en el tiempo”, de reconciliar al ser con el llegar a ser, al
cambio con la identidad." Con esta tarea culmina el proceso de la
humanidad hacia una forma superior de cultura.
Las sublimaciones idealistas y estéticas que
prevalecen en la obra de Schiller no anulan sus implicaciones radicales. Jung
reconoció estas implicaciones y se aterrorizó convenientemente ante ellas.
Advirtió que el dominio del impulso del juego traería consigo una «liberación de
la represión que provocaría una depreciación de los altos valores considerados
hasta ahora», una catástrofe de la cultura» -en una palabra, a la
barbarie»." Schiller mismo, por lo visto, estaba menos inclinado que Jung
a identificar la cultura represiva con la cultura como tal. parecía estar
deseoso de aceptar el riesgo de una catástrofe de la primera y una devaluación
de sus valores si esto llevara a una forma superior de cultura. Estaba
plenamente consciente de que, en sus primeras manifestaciones, el impulso juego
«apenas sería reconocido», porque el impulso sensual interpondría
incesantemente su «salvaje deseo».43 Sin embargo, pensó que tales brotes de
barbarie se dejarían conforme la nueva cultura se desarrollara, y que sólo un
salto» podría llevar de la vieja a la nueva cultura. No se preocupó por los
catastróficos cambios en la estructura social que este salto» implicaría: éstos
están más allá de los límites de la filosofía idealista. Pero la dirección del
cambio hacia un orden no represivo está claramente indicado en su concepción
estética.
-Sí recogernos sus principales elementos
encontraremos:
(1) La transformación de la fatiga (el trabajo)
en juego, y de la productividad represiva en «despliegue –una transformación
que debe ser precedida por la conquista de la necesidad (la escasez) como el
factor determinante la civilización.44
(2) La auto sublimación de la sensualidad (del
impulso sensual) y la desublimación de la razón (del impulso de la forma) para
reconciliar a los dos impulsos antagónicos básicos.
(3) La conquista del tiempo en tanto que el
tiempo destruye la gratificación duradera.
Estos elementos son prácticamente idénticos a
aquellos que hablan de una reconciliación entre el principio del placer y el
principio de la realidad. Recordemos el papel constitutivo atribuido a la
imaginación (la fantasía) en el juego y el despliegue: la imaginación preserva
los objetivos de aquellos procesos mentales que han permanecido libres del
principio represivo de la realidad; en su función estética, éstos pueden ser
incorporados a la racionalidad consciente de la civilización madura. El impulso
del juego se sitúa como el común denominador de los procesos y principios
mentales opuestos.
Otro elemento enlaza todavía a la filosofía
estética con las imágenes órficas y narcisistas: el panorama de un orden no
represivo en el que el mundo subjetivo y el objetivo, el hombre y la
naturaleza, están en armonía. Los símbolos órficos se centran en el dios
cantante que vive para derrotar a la muerte y liberar a la naturaleza, así que
la materia constreñida y constreñidora libera formas, bellas y llenas de
sentido del juego, de las cosas animadas e inanimadas. Dejando de luchar y
dejando de desear «algo que todavía tiene que ser alcanzado»,45 están libres
del temor de las cadenas, y, así, están libres per se. La contemplación de
Narciso repele toda otra actividad dentro de la entrega erótica a la belleza,
que une inseparablemente la propia existencia de Narciso con la de la
naturaleza. De la misma manera, la filosofía estética concibe un orden no
represivo de tal forma que la naturaleza en el hombre fuera del hombre llega a
ser susceptible libremente a las «leyes» -las leyes del despliegue y la
belleza.
El orden no represivo es esencialmente un orden
de abundancia : el constreñimiento necesario es provocado por lo
superfluo» antes que por la necesidad. Sólo un orden de abundancia es
compatible con la libertad. En este punto se encuentran las críticas de la
cultura materialista e idealista. Ambas están de acuerdo en que un orden no
represivo- sólo llega a ser posible en la más alta madurez de la civilización,
cuando todas las necesidades básicas pueden ser satisfechas con un gasto mínimo
de energía física y mental en un tiempo mínimo. Al rechazar la noción de
libertad que pertenece al mando del principio de actuación, reservan la
libertad para la nueva forma de existencia, que universalmente gratificadas.
El
campo de la libertad se ve yaciendo más allá del de la necesidad: la
libertad no está dentro sino fuera de la «lucha por la existencia». La posesión
y el abastecimiento de las necesidades de la vida ,son el prerrequisito, antes
que el contenido, de una sociedad libre. El campo de la necesidad, del trabajo,
es un campo de ausencia de libertad porque en él la existencia humana está
determinada por objetivos y funciones que no le son propios y no permiten el
libre juego de las facultades y los deseos humanos. Lo óptimo en este campo
debe ser definido, por tanto, con niveles que se refieren la razón antes que a
la libertad: organizar la producción la distribución de tal manera que se
emplee el menor tiempo posible para poner todas las necesidades al alcance de
todos los miembros de la sociedad.
El trabajo necesario es un sistema de
actividades esencialmente inhumanas, mecánicas y rutinarias; dentro de tal
sistema la individualidad no puede ser un valor ni un fin en sí mismo.
Razonablemente, el sistema de trabajo social sería organizado bajo un punto de
vista encaminado a ahorrar tiempo y espacio para el desarrollo de la
individualidad fuera del mundo del trabajo inevitablemente represivo. El juego
y el despliegue, como principios de la civilización, implican no la
transformación del trabajo sino su completa subordinación a las
potencialidades, libremente desarrolladas del hombre y de la naturaleza. Las
ideas del juego y el despliegue revelan ahora su total alejamiento de los
valores de la productividad y de la actuación: el juego es improductivo y
es inútil precisamente porque cancela las formas represivas y
encaminadas a la explotación del trabajo y el ocio; él «sólo juega» con la
realidad. Pero también cancela sus formas sublimes: los altos valores».
La
resublimación de la razón es un proceso tan esencial en el surgimiento de una
cultura libre como la sublimación personal de la sensualidad. En el sistema de
dominación establecido, la estructura represiva de la razón y la organización
represiva de las facultades de los sentidos se suman y se sostienen entre sí.
En términos freudianos: la Moral
civilizada es la moral de los instintos, reprimidos; la liberación de los
últimos implica el abatimiento de los primeros. Pero este abatimiento de los
altos valores puede hacerlos regresar a la estructura orgánica de la existencia
humana de la cual fueron separados, y la reunión puede transformar esta misma
estructura. Si los altos valores pierden su lejanía, su separación de y contra
las facultades inferiores, éstas son capaces de convertirse libremente en
cultura.
-------
NOTAS
1. Éstas no son parejas que puedan ser
correlacionadas: designan diferentes áreas conceptuales (facultades mentales en
general, facultades cognoscitivas y sus campos de aplicación)
2. Kant, Critca del juicio, Introducción, III.
3. La siguiente exposición es sólo un sumario de
los pasos decisivos en la exposición de Kant. La muy compleja relación entre-
la hipótesis de dos facultades cognoscitivas básicas (sensualidad y
comprensión) y las tres de esas facultades (sensualidad, imaginación, a
percepción) no puede discutirse aquí. Tampoco es posible discutir la relación
entre la estética trascendental de la Crítica de la razón pura y la función estética en
la Crítica
del juicio Heidegger ha demostrado por primera vez el papel central de la
función estética en el sistema de Kant. Ver su Kant y el problema de la
metafísica, México, Fondo de Cultura Económica, 1954; para la relación entre
las facultades cognoscitivas básicas, ver especialmente pp. 26
4. Lo que sigue de acuerdo con la Crítica del juicio,
Introducción, VII.
5. «Zweckmassigkeit ohne Zweck; Gesetzmassigkeit
ohne Getetz_» Ibid.
6. Ver Herman Moerchen, «Die Eínbildungskraft bei
Kant», en Jahrbuch für Philosophie und Phaenomenologische Forschung.
ed. Husserl, IX, Helle, 1930, pp. 478?479.
ed. Husserl, IX, Helle, 1930, pp. 478?479.
8 la definición de Kant en la Crítica de la razón pura,
«Estética transcendental”
9. Schiller, Cartas sobre la educación estética
del hombre (The Aesthetic Letters, Essays, and the Philosophical Letters, trad.
De j. Weiss). Boston. 1845, pp. 66?67.
10. En español. sensousness y sensuality
corresponden también a la connotación única ( de sensualidad». Esto hace
intraducible este pasaje. Sin embargo, la connotación de Sinnlichkeit podría
traducirse también, en su correspondencia con la estética, por «sensibilidad.
Hemos preferido seguir utilizando la palabra “sensualidad» porque subraya el
sentido general que Marcuse quiere dar a la relación de la estética con los
instintos. (N. del T.)
11. Alexander Baumgarten, «Meditationes
philosophicae de Nonnullis ad Poema Pertinentibus* ss 25-26, en Albert Riemann,
Die Aesthetik A. 0. Baumgarten, Halle, Niemeyer, 1928, P. 114.
I2. Schiller, Op. cit., cartas cuarta, octava y
passim.
13. Baumgarten. «Aesthetik, Ed. Bernbard Poppe,
en A. G. Baumgarten, Bonn, Leipzig, 1907, § 1; ver también p. 44. «Meditaciones
Philosophicae», § 115.
15 Ibid., p. 51.
16 Baumgarten, Aesthetica, vol. I, Frankfurt a/o,
1750, § 14.
17. Hegel, Vorlesungen über Die Aesthetik, vol.
1, Introducción, en Samtliche Werke, ed. Herrmann Glockner, Stuttgart, 1927, X
95.
18. Ver Otto Rank, «The Play-impulse and
Aesthetic Pleasure». en Art and Artist, Nueva York, Alfred Knopf, 1932.
20. Ibid.. P. 22.
21. Ibid., p. 53.
22.Ibid, pp. 70-71,96
23.Ibid, p. 71
24.Ibid, pp. 130-131
25.Ibid, pp. 93,140, 142
26. Ibid., p. 72.
27. Ibid., P. 138
28. Ibid., P 140
29. Ibid., P. 100.
30. Ibid., P. 133
31. Ibid., P. 111
32. Ibid., pp. 115, 123.
33. Ibid., p. 114
34. Ibid., pp. 142-143
.36. Ibid., p. 67.
.37. Ibid., P. 63.
38. Ibid., p. 63
39. Ibid., P. 145.
40. Ibid., p, 145.
41. ibid., p. 65.
21. Ibid., p. 53.
22.Ibid, pp. 70-71,96
23.Ibid, p. 71
24.Ibid, pp. 130-131
25.Ibid, pp. 93,140, 142
26. Ibid., p. 72.
27. Ibid., P. 138
28. Ibid., P 140
29. Ibid., P. 100.
30. Ibid., P. 133
31. Ibid., P. 111
32. Ibid., pp. 115, 123.
33. Ibid., p. 114
34. Ibid., pp. 142-143
.36. Ibid., p. 67.
.37. Ibid., P. 63.
38. Ibid., p. 63
39. Ibid., P. 145.
40. Ibid., p, 145.
41. ibid., p. 65.
-42. Jung, Psychological Types, p. 135.
43. Schiller, op. cit., p. 142.
44. Un intento de definir la libertad humana en
términos de juego sobre bases biológicas ha sido hecho por Gustav Bally en Vom
Ursprung und den Grenzen der Freiheit, Basilea, Benno Shwabe, 1945,
especialmente pp. 29, 71 ss, 74?75. Él ve la dimension de la libertad en la
libertad de la determinación instintiva. El hombre no está, como el animal,
necesariamente determinado por-un Spielraum en el que se conserva distante de
sus objetivos instintivos», juega con ellos y juega con su mundo. Esta actitud
de una constante distancia de los objetivos instintivos hace posible la cultura
humana.
La concepción de Bally esta cerca de la de
Schiller, pero es regresiva donde Schiller es progresivo. La libertad lleno de
juego de Schiller es el resultado de la liberación instintiva : la de Bally es
una libertad relativa contra los instintos (p.94), es una libertad para
resistir las necesidades instintivas. No es extraño, entonces, que la nueva
interpretación de la libertad resulte ser la antigua libertad de renuncia, el
negar las tentaciones, el valor de sujetarse uno mismo, el poder de la
autorrepresion (p. 79) Y, consecuentemente, la ultima y verdadera libertad “La
liberación de la angustia y la muerte” se define como una libertad falsa y
“dudosa”
(P. 100).
45. « ... um cin endlich noch Erreichtes» (Rilke).(P. 100).