18.8.12

 

TEORIA ESTETICA (ADORNO)


Dos fragmentos de la Teoría estética de Theodor Adorno: 



El arte y lo extraño al arte

Prototípico de las obras de arte es el fenómeno de los fuegos artificiales, que debido a su fugacidad y en tanto que entretenimiento vacío apenas han sidotomados en cuenta por la mirada teórica; sólo Valéry elaboró razonamientos que conducen al menos cerca de ellos.

 Los fuegos artificiales son apparition κατ'έξοχήν: algo que aparece empíricamente, liberado del peso de la empiria, de laduración, a un tiempo signo celeste y producido, advertencia, escritura que seenciende y desaparece, pero que no se puede leer en cuanto a su significado.

El aislamiento del ámbito estético, lejos de los fines, como algo completamenteefímero no es su determinación formal. Las obras de arte se separan de loexistente defectuoso no mediante una perfección superior, sino (como los fuegosartificiales) actualizándose al irradiar una aparición expresiva. No son solo lo otrode la empiria: todo en ellas se convierte en otro. A esto reacciona con la mayor fuerza la consciencia preartística en las obras de arte. Cede al reclamo que conduce al arte, mediando entre él y la empiria.

Aunque la capa preartística quedaenvenenada por su utilización hasta que las obras de arte la eliminan, sobrevivesublimada en ellas. Las obras de arte no poseen idealidad, sino que en virtud de su espiritualización prometen algo sensorial bloqueado o rehusado. Esa cualidad sevuelve perceptible en fenómenos de los que la experiencia estética se emancipó,en los vestigios de unarte lejano al arte (por decirlo así), al que se llama inferior con razón y sin razón, como es el circo, al que en Francia prestaron atención lospintores cubistas y sus teóricos; en Alemania, Wedekind.

 El arte corporal (como decía Wedekind) ha quedado no solo por detrás del arte espiritualizado, ni siquieraes simplemente su complemento: careciendo de intención, es también su modelo.Cada obra de arte conjura mediante su mera existencia, en tanto que ajena a la alineación, al circo y empero esta perdida en cuanto lo imita.

El arte se convierte en una imagen no inmediatamente en la apparition, sino solo mediante la tendencia contraria a ella. La capa preartistica del arte es al mismo tiempo el memento de su rasgo anticultural, de su recelo hacia su antítesis al mundoempírico, que deja tranquilo al mundo empírico.

Las obras de arte significativas intentan asimilar esa capa hostil al arte. Donde falta esa capa sospechosa de infantilidad (la última huella del violinista ambulante para el espiritual músico decámara, la última huella de la magia del teatro para el drama sin ilusiones), el arte ha capitulado. También sobre el Fin de partida de Beckett se alza prometedoramente el telón; las obras de teatro y las practicas escénicas que lo suprimen saltan con un truco infantil por encima de su propia sombra. El instanteen que el telón se alza es la expectativa de la apparition.

Si las obras de Beckett,grises como después de la puesta del sol y del fin del mundo, exorcizan loscolores del circo, le son fieles en tanto que tienen lugar en el escenario, y es biensabido que sus antihéroes se inspiran en los payasos y en lo grotescocinematográfico. Pese a toda su austeridad, no renuncian al vestuario y al atrezo:el criado Cloy, que en vano intenta escaparse, lleva el traje cómicamenteanticuado del viajero ingles; la montaña de arena de  Días felices se parece formaciones del Oeste de los Estados Unidos; habría que preguntar si las obraspictóricas más abstractas no arrastran mediante su material y la organizaciónvisual de éste restos de la objetualidad que ellas ponen fuera de circulación. Nisiquiera las obras de arte que se prohíben rigurosamente la celebración y elconsuelo eliminan el brillo, sino que adquieren tanto más brillo cuanto masconseguidas están.

Hoy, el brillo ha pasado precisamente a las obras desconsoladas. Su lejanía a los fines simpatiza, por encima del abismo de lasedades del mundo, con el goliardo superfluo que no admite la propiedad sólida yla civilización sedentaria. Entre las dificultades del arte hoy, la última no es que seavergüenza de la apparition, pero no se la puede quitar de encima; habiéndosevuelto transparente a sí mismo hasta en la apariencia constitutiva, que en sutransparencia le parece falsa, el arte corroe su propia posibilidad, que en lenguajede Hegel ya no es sustancial. Un estúpido chiste de soldados de tiempos del káiserhabla del asistente de un oficial al que su superior envía un hermoso domingo al jardín zoológico. El asistente vuelve nervioso y dice: «Mi teniente, esos animalesno existen».

La experiencia estética necesita esta manera de reaccionar, que esajena al concepto de arte. Con ese θαυμάξειν también están eliminadas las obrasde arte; el  Angelus Novus de Klee lo causa igual que las figuras humano-animalesde la mitología hindú. En cada obra de arte genuina aparece algo que no existe.No lo fantasean a partir de los elementos dispersos de lo existente. Elaboran apartir de ellos constelaciones que se convierten en claves sin poner ante los ojos locifrado (las fantasías) como algo que existe inmediatamente. De lo bello natural se distingue lo cifrado de las obras de arte (uno de los lados de su apparition) en que, aunque se niega a la univocidad del juicio, adquieren la mayor determinación en la propia figura, en el cómo que muestran a lo desordenado. De este modo imitana las síntesis del pensamiento significativo, que son su enemigo irreconciliable.


«Explosión»

 Las obras de arte no solo elaboran imágenes como algo duradero. Se conviertenen obras de arte igualmente mediante la destrucción de su propia imaginería; poreso, esta está profundamente emparentada con la explosión. En  El despertar de la primavera de Wedekind, Moritz Stiefel se dispara con una pistola de agua, y en elinstante en que cae el telón («Ahora ya no me voy a casa» ) aparece hacia fueralo que expresa el luto indecible del paisaje fluvial ante la ciudad que se oscureceal atardecer.

Las obras de arte no son solo alegorías, sino su cumplimiento catastrófico. Los shocks que causan las obras de arte más recientes son la explosión de su aparición. En ellos se deshace su aparición, que antes era un apriori obvio, con una catástrofe que deja al descubierto la esencia del aparecer; deuna manera que tal vez en ningún lugar sea menos equivoca que en las imágenesde Wols. Hasta la evaporación de la trascendencia estética se vuelve estética; tan míticamente están unidas las obras de arte a su antítesis.

En el incendio de la aparición se apartan decididamente de la empiria, contrainstancia de lo que vive ahí; el arte apenas se puede pensar hoy de otra manera que como la forma dereacción que anticipa el  Apocalipsis.

 Miradas de cerca, también las obras degestos tranquilos son descargas, no tanto de las emociones atascadas de su autor como de las fuerzas que se pelean en ellas. Su resultado, el equilibrio, va unido ala imposibilidad de equilibrarlas; sus antinomias son, como las del conocimiento, irresolubles en el mundo no reconciliado. El instante en que se convierten enimagen, en que su interior se convierte en exterior, hace saltar a la cubierta de loexterior que rodea a lo interior; su apparition, que hace de ellas una imagen,destruye al mismo tiempo su carácter de imagen.

La fábula de Baudelaire interpretada por Benjamin sobre un hombre que pierde su aureola describe no tanto el final del aura, como el aura misma; si las obras de arte resplandecen, su objetivación se va a pique a través de sí misma. 

 Mediante su definición como aparición, el arte lleva insertada teleológicamente su propia negación; lo que semuestra de repente en el fenómeno desmiente a la apariencia estética. Pero la aparición y su explosión en la obra de arte son esencialmente históricas. En si misma (y no gracias a su situación en la historia real, como dice el historicismo),la obra de arte no está eximida del devenir, sino que es algo en devenir. Lo queaparece en ella es su tiempo interior, y la explosión de la aparición hace saltar a su continuidad. Con la historia real está mediada a través de su núcleo metodológico.Se puede llamar historia al contenido de las obras de arte. Analizar las obras de arte significa captar la historia inmanente almacenada en ellas.






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